El fruto de la empanada

La paradoja malafollá de Teseo

Lunes, 29 de septiembre 2025, 23:16

Una acera granadina es esa orilla urbana donde algunas almas selectas escupen, miccionan, potan, tiran colillas, depositan basura fuera del contenedor o ponen a hacer ... de vientre a sus mascotas y luego no recogen. Diógenes habría sido muy feliz en más de una acera de nuestra ciudad. En definitiva, una superficie cuya función específica no es la de recibir desahogos varios, sino alfombrar andares de todo tipo, paseos de amor y prisas a la carrera detrás de un autobús (o detrás del chori que te acaba de robar la cartera).

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El pavimento granadino aguanta todo lo que le echen: la Vuelta ciclista, las manifestaciones, las toneladas de cera garrapiñada con las cáscaras de pipas de la Semana Santa, la cruz del Día de la Cruz y hasta la jungla donde se juntan los botellones de unos y las despedidas de soltero de otros. Así es nuestro sufrido asfalto, glorioso lugar de paso o encuentro aunque esté levantado, muy levantado o durmiendo el sueño de los justos, o sea, en abandono total o resquebrajado como si le hubiera pasado por encima una estampida de elefantes a la carrera o una legión de usuarios del AVE corriendo detrás de Óscar Puente.

La pregunta es, ¿qué pasa con nuestras aceras, que se agrietan más que las promesas de los políticos? Y aquí viene la gran interrogante, ¿por qué a unas no se las retoca y a otras se las condena a un lifting constante? Iker Jiménez, atrévete con este misterio.

Hace años viajé a Praga y me sorprendió la extraordinaria manera que tenían de modernizar y a la vez conservar sus calles y aceras sin perder ese espíritu kafkiano que tanta popularidad le ha dado como ciudad, jamón de Praga aparte. Granada, me da pena decirlo, no huele a espíritu lorquiano ni por asomo. A otras cosas sí que huele un montón (a verde que te quiero verde marihuana, por ejemplo), pero a poesía no.

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Unos políticos se obsesionan con el patrimonio urbanístico y a otros les da por levantar aceras. En 2025 paseo por nuestras calles y veo la Granada de siempre, pero sin la Granada de siempre. Algo así como la paradoja del barco de Teseo, que con el tiempo fue reemplazando sus tablas una por una.

La pregunta es: al final, si todas las partes originales se han sustituido, ¿sigue siendo el mismo barco? La metáfora del barquito de marras cuadra perfectamente con algunas calles de nuestra ciudad, ¿son las mismas de siempre o son otras a base de retocarlas tanto? Con nuestro AVE pasa igual, ¿seguro que no es un tren de vapor al que le han ido cambiando las piezas, pero sigue siendo el mismo?

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