«Buscando en el baúl de los recuerdos de la Real Academia Española la temida palabra «sablazo», me encuentro con las siguientes acepciones: 1 - Golpe ... dado con un sable. 2- Herida hecha con él. 3- Obtención de dinero de alguien con habilidad e insistencia y sin intención de devolverlo. Las dos primeras están en franca decadencia debido a que el sable quedó obsoleto como arma de combate en conflictos modernos. Era muy lento a la hora de causar bajas en el ejército contrario y suponía un gasto de energía a las tropas que perjudicaba su rendimiento, ya que no es lo mismo darle mortero al enemigo sentadito, que perseguirlo con un sable por un cerro hasta ensartarlo. El soldado terminaba muy contento, pero con agujetas.
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También se ha perdido el romanticismo a la hora de acabar con el enemigo o incluso con el amigo. De esto último quiero hablar precisamente, de cómo acabar con el amigo. Con el amigo jubilado, quiero decir. Esa es la impresión que tuve el otro día cuando leí una noticia que sorprendentemente ha pasado de tapadillo en los medios. Se trata de que nuestro Gobierno amigo, especialista en sablazos modernos con espadazos impositivos mientras presume de recaudación récord, no tiene ni para un mes en la denominada «hucha de las pensiones».
Desde hace años, esa hucha tiene más hambre que el perro del Lazarillo de Tormes, y la excusa insuperable para llenar esta famélica alcancía es subir el IVA de los alimentos, por ejemplo, lo que equivale en la práctica a pasar como Atila con su sablazo por encima de las economías domésticas granadinas.
¿Cómo suena el término «sablazo» en otras lenguas? Muchísimo mejor que en español. En el idioma de Shakespeare y Mr. Bean, «sablazo»» podría traducirse (más o menos) como «To scrounge money off someone». ¡Qué maravilla, en ese idioma suenan bien hasta las fechorías!
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Dicen que un pequeño agujero en un barco, con el tiempo, termina hundiéndolo. Esta reflexión suena más a premonición que a dicho popular si lo aplicamos a la llamada «hucha de las pensiones», ya que la filosofía de nuestros gobernantes sigue la inercia histórica de Don Mariano Téllez Girón, duque de Osuna, que dilapidaba su fortuna en caprichos extravagantes como regalar champán a los caballos de sus invitados. Se arruinó y terminó empeñando la hucha.
Epílogo: Fue el Pacto de Toledo el que la creó con el propósito de guardar como hormiguitas y así garantizar la sostenibilidad del sistema de pensiones a largo plazo. El resultado ha sido una hucha que se parece inquietantemente a la del duque de Osuna, que tenía un inmenso agujero dentro. Ahorrar no es sólo guardar, sino saber gastar».
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