El fruto de la empanada

La malafollá de Nostradamus

Antonio Mesamadero

Martes, 20 de febrero 2024, 00:30

La RAE define la palabra profecía como «un don sobrenatural que consiste en conocer por inspiración divina las cosas distantes o futuras». Nostradamus es el ... paradigma de tan aventurada definición, siendo sus animadas profecías un catálogo siempre renovado de calamidades al por mayor. La más recurrente es la del Apocalipsis sorpresa que el Todopoderoso tiene previsto enviarnos entre risotadas a lo Conde Draco, aquel personaje de 'Barrio Sésamo' que soltaba una carcajada acompañada de truenos cada vez que contaba un número. El 34.969 era la cifra favorita de este simpático vampiro, que es chispa más o menos el mismo número de calamidades anunciadas por el vidente francés antes de que el mundo haga ¡bingo! y explote la bola premiada. Sinceramente, creer que Dios está preparando algo así como una 'vendetta' siciliana contra el mundo me parece de una fe miserable (sigue sorprendiéndome la imagen tan poco amable que muchos tienen del Creador).

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Veamos las profecías de más rabiosa actualidad de este clarividente, un agorero que sufría sus revelaciones en silencio, siempre inclinado sobre sus pergaminos y sin más luz que la de un copazo de Sol y Sombra. De primeras afirma que el mundo se va recalentar como una barbacoa en agosto por el cambio climático y que tendremos un colapso financiero que nos va a dejar el corazón en la boca. Pero no todo es malo, ya que también dice que nos caerá un meteorito. Aunque da igual, porque Granada no necesita de ninguna agresión del espacio exterior para autodestruirse ella solita.

En general, pienso que las profecías son bastante mejores y más baratas que la realidad. Imagina que, en vez de un meteorito, lo que nos cae del cielo es un espigón. Eso que se ahorra Óscar Puente en Playa Granada.

Lo bueno que tienen todas ellas es que son reciclables. Aunque fallen cual carabina de feria, se pueden dejar sin problema en el congelador del tiempo hasta que se cumplan, da igual que sea al día siguiente o a los doscientos años. Al final, alguna siempre cae.

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Epílogo en forma de chiste de Eugenio: saben aquel que diu que va uno a ver a un adivino, llama a la puerta y le contestan: «¿Quién es?». Y él responde: «¡Pues vaya mierda de adivino!».

A día de hoy, ningún Nostradamus de turno ha sabido adivinar los destinos de esta ciudad. Les falta imaginación.

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