Está más de moda que nunca perder la virginidad en una casa de lenocinio. No sé quién fue el pionero en esta práctica, aunque se ... sabe que algunos personajes ilustres hicieron su debut con una trabajadora del sexo. El caso de Napoleón es el más conocido y se rumorea que el apodo de 'Pequeño Corso' no se refería precisamente a su estatura, sino al formato y habilidades de su instrumento.
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Hay personas que practican tan poco el sexo que cada vez que lo hacen sienten que han perdido la virginidad. Hacerlo poquísimo no es malo; da mucha energía. Por el contrario, hacerlo mucho (lo más parecido a un milagro) vacía el alma y también el bolsillo si las descargas se realizan en un burdel.
Hace años que España vive su 'día de la marmota' prostitutaria. Cíclicamente, el Gobierno (de turno) anuncia a bombo y platillo la ley que va a acabar con la prostitución. Curiosamente, siempre añade que esa ley tan necesaria está «en fase inicial», o sea, a un paso de caer en el olvido por parte de ese Gobierno. Que todo cambie para que todo siga igual.
La prostitución jamás desaparecerá y las leyes seguirán jugando al escondite con ella. Da igual que se persiga, se sancione económicamente o se le dé mala prensa. La cosas no terminan porque se prohíban; simplemente pasan a la clandestinidad.
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Las estadísticas más delicadas dicen que hay varones con familia y residentes en nuestra ciudad que también recurren a estos servicios en modo incógnito. «Ellas me hacen lo que mi mujer no me hace» es la excusa más común y desafortunada que algunos alegan para perpetuar sus peregrinaciones al prostíbulo. En definitiva, el conocido refrán «el casado casa quiere» no deja muy claro a qué tipo de casa se refiere. Hace años leí un estudio donde se establecía por primera vez los cinco tipos de usuarios de la prostitución más comunes: ociosos, cosificadores, buscadores de pareja, arriesgados y personalizadores. Pero todos pagando.
¿Prostitución, sí o no? Sin duda, es un debate tan interminable como la cola de clientes de este oficio, el más antiguo del mundo y también uno de los más dramáticos. Por mucho que algunos sigan definiendo a una prostituta como «mujer de vida alegre», lo cierto es que de alegre tiene poco.
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