El fruto de la empanada

Agosto en vena

Hay escritores cuyos esfuerzos por alegrarse parecen totalmente inútiles. Tennessee Williams fue uno de ellos, aunque a su favor hay que decir que supo rentabilizar ... muy bien sus sombras personales. En un fecundo bajonazo escribió que «Todos estamos sentenciados de por vida a la soledad en la que nos encierra nuestra piel», y se quedó tan a gusto el tío.

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Probablemente, al autor de La gata sobre el tejado de zinc le preocupaba más su invierno anímico que el verano estacional porque en su casa disponía de un hermoso aparato de aire acondicionado para combatir los latigazos solares del mes de agosto. No es lo mismo la angustia vital encerrada en la piel, pero bien fresquita, que churruscadita y sin un triste ventilador que echarse a la dermis.

Pienso que a este dramaturgo enamorado de su ansiedad le habría encantado la poética canícula de Granada durante este mes, porque es pura angustia en la piel. Agosto es un tiempo perdido entre sudores, bochornoso en lo climático y también en estético si eres de los que se fijan mucho en el modelo turista alemán con sandalias y calcetines blancos. Además, tiene fama de ser la crónica de un descanso frustrado, sobre todo de aquellos que se quedan de rodríguez, que con una exagerada sensación de libertad salen por las noches a echar una desesperada canita al aire y se vuelven a casa (salvo milagro redentor) con el rabo entre las piernas. Tampoco son bendecidos en agosto los que se marchan a la playa con la familia y ese daño colateral acoplado llamado suegra, porque encuentran motivos más que suficientes para sufrir la vida en lugar de vivirla.

El mejor agosto es el del El Corte Inglés, el único lugar de esta ciudad donde uno puede refugiarse del infierno amasado que cae en Puerta Real desde que canta el gallo hasta que se acuesta. Por eso, cabe preguntarse si este mes sirve para serenarse y por qué la gente lo prefiere para descansar siendo el que más cansa. Todo en él es pura ebullición, desde las temperaturas a los nervios de la gente, que suele andar calentita en todos los sentidos. Siendo objetivos, este período sólo sirve para coleccionar picaduras de mosquitos, avergonzarte de tu cuerpo en bañador, asistir al cese irreversible de las funciones vitales de tu tarjeta de crédito y engendrar embarazos gaseosos no deseados por culpa de la cerveza.

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Epílogo: Tennessee no era la alegría de la huerta de Mississippi, pero ni el más profesional de los optimistas ha logrado sobrevivir al mes agosto sin sentirse un guiñapo.

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