Existe la opinión generalizada de que las buenas noticias no venden. El gran psiquiatra Enrique Rojas arroja luz sobre el tema cuando afirma que el ... hombre «light» se alimenta de malas noticias, mientras que el hombre sólido no discrimina y procura buscar sentido a todas las informaciones que lee. En resumen, las estudia para entender su significado más allá de la simple lectura superficial, ya que una noticia encierra cosas más complejas de lo que a simple vista dice, y en ocasiones es un rompecabezas que necesita de mucho discernimiento.
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Una noticia buena, y da igual que venda o no venda, es que los aranceles envenenados de Trump están siendo menos letales de lo que se esperaba para las exportaciones de aceite granadinas, debido a que el gran volumen de las ventas a Estados Unidos no solo resiste el impacto del gravamen, sino que acumula un alza del 8% en lo que va de año. O sea, que hay motivos para el optimismo.
Los aranceles de Donald son el vivo ejemplo de una mala noticia cuya sucesión rápida de informaciones breves y fragmentadas en torno a ella producen un doble efecto negativo de sobreinformación y desinformación. Por eso me parece tan positiva esta noticia de que el sector del aceite granadino resiste y que le ha puesto buena cara al mal tiempo arancelario. En definitiva, que ha decidido resistir en el fuerte en lugar de enfrascarse en un tiroteo con el vaquero Trump o abandonarse a la desesperanza. Ya lo decía Federico García Lorca, que no hay nada peor que tener la esperanza muerta.
Y ya que estamos, me gustaría reivindicar los milagrosos beneficios de ese aceite de oliva que tanto bien ha hecho por la salud de los granadinos. Esa es la buena noticia, y la mala es que todavía está demasiado caro. Lo dice la gente más humilde, por ejemplo, mis vecinos Gregorio y Beatriz, cabezas de familia con cuatro tiburones en forma de niños crecidos que están abonados al bocata de pan con jamón, tomate y aceite. A esta ruina contribuyen también los abuelos de la casa, que por problemas dentales se pasan el día mojeteando molla de pan con aceite. Gregorio y Bea dicen con resignación que el aceite de oliva es sanísimo para todo, menos para sus bolsillos. Se le pueden hacer todas las loas que se quieran desde los púlpitos gastronómicos y dietéticos, pero el litro por botella aún varea los bolsillos de los humildes.
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En muchos lugares cocinan con aceite de palma y eso hace que el colesterol se les suba a la chepa. El aceite granadino, en cambio, es un antidepresivo natural y el Chanel número 5 de los aceites (cuando te sientas tan anfitriona como la Preysler y quieras sorprender a tus invitados, pon unas gotitas en la ensalada y todo el mundo caerá rendido a tus pies).
Epílogo: El aceite de Graná sólo es mala noticia cuando sube de precio.
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