Del valle a la eternidad

Antonio Gil de Carrasco

Sábado, 27 de septiembre 2025, 23:43

En ocasiones, la historia duerme en los libros, callada y polvorienta. Pero hay hombres capaces de despertarla, de devolverle voz y carne sobre un escenario. ... Uno de ellos es Antonio Serrano, creador incansable, maestro de tablas y guardián de la memoria. Con la pluma, con la escena y con una entrega inagotable, Serrano ha rescatado de las páginas del tiempo la batalla de Dúrcal de 1569, acontecida en los albores de la rebelión de los moriscos bajo el reinado de Aben Humeya, proclamado en Béznar. Aquella contienda, que estremeció la tierra de Granada y de las Alpujarras, fue uno de los episodios más intensos y dramáticos de nuestra historia: la resistencia de un pueblo que, tras la caída del Reino Nazarí, trataba de mantener su fe, su lengua y sus costumbres frente al poder de la Corona. Gracias al empeño de Serrano, Dúrcal se inscribe ahora en la noble estirpe de pueblos, como Quéntar, Vélez de Benaudalla o Valor, que cada año reviven la memoria de moros y cristianos. No es solo teatro: es rito, identidad, raíz que recuerda quiénes fuimos, somos y de dónde venimos. Una tradición que traspasa fronteras y que ha llegado hasta México y Perú, donde los moros expulsados de España aparecen en fiestas populares luchando junto a los pueblos originarios contra los conquistadores hispanos. Antonio Serrano es un hombre forjado en el fuego del teatro: maestro incansable, actor magistral, escenógrafo visionario y director de infinita creatividad. Desde su entrada hace más de treinta años en la compañía Mira de Amescua, ha sido columna firme, alma vibrante y, en este último año y medio, timonel sabio que conduce la nave con pasión. La obra que nos convoca es un tapiz delicado, entretejido de rigor histórico, costumbrismo y ternura, donde laten las voces de nuestro valle. Pero si esa trama adquirió cuerpo y armonía fue gracias al milagro llamado Mari Tere Puerta, que con arte refinado y sensibilidad sin medida convirtió el texto en espectáculo inolvidable. Su labor, técnica y poética, ha sido piedra angular de un triunfo rotundo.

Publicidad

Directora del grupo de teatro Zítora, Mari Tere ofreció a Serrano la posibilidad de llevar su obra a los escenarios. Ese gesto colmó de gratitud a un creador que encontró en él el reconocimiento de su propio pueblo tras tantos años dedicados al teatro y a la escenografía. Una entrega que volvió a brillar, como un bordado de oro, en 'Salvados por las trompetas'. Junto a ellos, la impecable maestría del técnico de sonido Juan Felipe 'Tierra', y la fuerza de un elenco de actores joven y valiente, muchos de ellos debutantes, que irradiaron luz propia. Entre ellos destacó el talento emergente de Iván Valero Terrón, quien encarnó con brillantez un papel complejo y extenso, logrando arrancar ovaciones gracias a su dicción cristalina y su ritmo impecable. El camino de esta obra se abre ahora hacia nuevos horizontes: el hermanamiento entre Dúrcal y Almócita, y quizá, con la voluntad de los pueblos y el designio de la Providencia, hacia Marruecos, hacia esa tierra cercana a Xauen donde hallaron refugio árabes y moriscos tras la caída de Granada y la expulsión definitiva de 1609. Allí, entre montañas azules y calles encaladas, laten aún las huellas de aquellos desterrados que nunca olvidaron su origen. Serrano, autodidacta y sabio, humilde y cercano, es un portento de la naturaleza. En este 2025 ha llevado a escena, de manera simultánea, 'Salvados por las trompetas', junto con autos sacramentales y joyas del Siglo de Oro como 'El alcalde de Zalamea', 'El gran teatro del mundo', 'Castillo de Dios' o 'La hidalga del valle'. Y no solo ha actuado y dirigido: también ha creado cada escenario, demostrando un talento múltiple y desbordante. Su nombre se alza hoy con la misma fuerza con que en otro tiempo resonó el de Lope de Vega, porque en él palpita el espíritu inagotable del teatro vivo. No solo es maestro de tablas, sino maestro de vida. Ha atravesado pruebas que hubieran doblegado a muchos y, sin embargo, permanece firme, erguido y gallardo, con la humildad de quien lo entrega todo sin pedir nada. Como escribió Shakespeare: «El mundo entero es un escenario, y todos los hombres y mujeres, meros actores». Y yo añado: benditos sean los directores como Mari Tere Puerta, y benditos los autores como Antonio Serrano, que hacen de ese escenario un lugar donde late la eternidad. «Hay hombres que escriben con tinta; otros, como Serrano, escriben con luz y con vida».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad