De Buenas Letras

'El querido hermano', de Joaquín Pérez Azaústre

Antonio Chicharro

Miércoles, 5 de junio 2024, 23:41

Para escribir la novela 'El querido hermano' (Premio Málaga de Novela y Andalucía de la Crítica), hay que tener no sólo un alto grado de ... cultivada información histórica y literaria, sino una capacidad de empatía muy desarrollada para tratar de figurarse el hondo dolor del alma de un poeta y, de paso, contribuir a deshacer en 258 páginas las miles dedicadas a separar lo que ni la guerra civil pudo, aunque Manuel Machado se viera atrapado en el corazón burgalés de los sublevados a la República Española y Antonio anduviera sus pasos al servicio de la misma hasta culminarlos en su exilio francés de Collioure. De ahí que su autor, Joaquín Pérez Azaústre (Córdoba, 1976) escriba del «llanto sin lágrimas» de Manuel, como un poderoso modo de abismar al lector en lo que debió vivir en su conciencia al tiempo que lo acompaña en la narración de un viaje de duelo que lo llevará a encontrarse con la muerte de la madre y Antonio en un largo abrazo que le da a su hermano José. Pero el lector asiste al mismo tiempo a otros viajes que se van conformando en la narración: a una suerte de viaje interior de los personajes, especialmente el de Manuel, y mediante el hábil empleo de la analepsis, a los viajes de juventud y madurez que Manuel y Antonio emprendieron en su aprendizaje de la vida a París, al viaje de la construcción de los primeros pasos del régimen del nacionalcatolicismo e incluso, en un salto cualitativo y circular, al viaje a los orígenes de todo, al acontecimiento de la presencia de unos delfines en el río Guadalquivir en Sevilla que propició el conocimiento de Ana Ruiz y Antonio Machado Álvarez, los padres.

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Ahora bien, cabe preguntarse por qué, si Azaústre ha podido escribir un estudio ensayístico, dado el minucioso conocimiento de los hechos y sus interpretaciones que ha reconstruido y analizado, ha optado finalmente por hacerlo en un discurso ficcional en forma de novela. La respuesta podría radicar en que el discurso novelesco es el que mejor le sirve para lograr no sólo trabajar en la probabilidad y verdad de unos hechos, sino también en lograr el acceso a cómo deben ser vividos en la conciencia de los sujetos-personajes, lo que provoca la empatía lectora y es la mayor fuente de emoción estética. Operar así supone partir de una idea de la obra literaria cuya naturaleza ficcional no es ajena a la verdad. Es más, es su condición de posibilidad. De ahí que la literatura sea la mejor manera de materialización de la conciencia del ser humano y fuente de su conocimiento.

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