Francisco Acuyo culmina cuarenta años de poeta público con libro escrito en cuarentena: 'Las Suites del Último Ilusionista' (Salobreña, Alhulia, 2023). En 'La transfiguración de ... la lira' (1984), abría cauces que ha nutrido generosamente, siendo el mayor responder a las preguntas sobre qué somos y dónde estamos. Seres mudables en un mundo móvil, hombre ni universo estamos jamás quietos. El aparente orden fijo estelar poco se diferencia del desordenado mundo abreviado que llamamos hombre. Como en la contemplación del universo estrellado éste se despliega con proporcionada armonía ante el sentimiento y el pensamiento, las palabras que lo piensan, lo sienten y lo describen deben someterse voluntaria y conscientemente a un orden superior armonioso y fértil, con el vitalísimo decir que fija la belleza.
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La palabra cuarentena tiene dos acepciones frecuentes: la de conjunto de unidades expresado con tal múltiplo del cuatro y la de tiempo indeterminado de restricciones y cautelas que, desde la similitud con la cuaresma (u otras témporas), condiciona nuestro vivir. A partir del número y los días, Acuyo organiza su libro como una cuarentena de movimientos de danza (entre hombres, entre astros), introducidos por doble preludio y cerrados con clamoroso final, en escenarios del macro y el microcosmos donde se producen y contemplan las oscilaciones del todo a la nada, de lo inmerso en un yo a lo disperso en miríadas de estrellas, a veces con sequedad sentenciosa, a veces con primor descriptivo de buen pintor con la palabra. Lo común a la vista se contempla y despliega con delicadeza verbal que sólo ofrece la poesía verdadera, así este amanecer estival en Sierra Nevada: «Piedra y cielo. Con la nieve / honda en el espacio denso / un pincel de luz enciende / el espíritu del fuego; / fuego que, llama de amor / viva, al imperecedero / firmamento avisa espacio / de un infinito hemisferio». El poeta suma otras voces a la suya, el acorde total suena perfecto.
Conseguir la belleza es deber moral cumplido por muchos durante siglos por lo que disponemos de pautas de conducta y de un acervo de obras ejemplares que reclaman nuestro disfrute y nos exigen su incremento. Francisco Acuyo dedica toda su vida a este trabajo gustoso de actualizar, incrementar y compartir el bien, acorde con quienes y con lo que ama. Alguien debiera estudiar cuánto aporta Acuyo al romance como género, o sea, forma del contenido. Empecemos por leerlo y démosle como respuesta el eco mejor que halle en nuestros corazones fraternos.
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