En el trueno
«Sabemos que el fiscal general del Estado es culpable, pero no sabemos ni de qué ni porqué. Para ello aún tendremos que esperar el tiempo que el juez se tome para escribir la sentencia como dijo ante un alegre auditorio»
Tengo una amiga que cuando algo no comprende o la deja perpleja dice que se ha quedado en el trueno. Pues así estoy yo desde ... que me asaltó, por sorpresa y sin esperarlo, el fallo del juicio al fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz. Y no es porque lo considere culpable o inocente, dado que no tengo ninguna formación jurídica al respecto, y que lo que yo piense como lego en leyes no tiene ningún valor, sino porque el fallo llega sin sentencia; llega un 20 de noviembre cuando celebramos los 50 años de la muerte del dictador y lo hace cinco días después de dejar visto para sentencia la vista cuando la premura y las urgencias no son propias del sistema judicial de este país. ¿Se acuerdan ustedes del Caso Poniente? Dieciséis años se han cumplido desde la irrupción de la policía en el Ayuntamiento de El Ejido y poco o nada ha ocurrido desde entonces porque a pesar de haber condena creo que nadie ha entrado en prisión todavía. Y remarco lo de creo porque, a pesar de que me tengo por bien informado, en este tiempo casi se me está olvidando lo que ocurrió y, así como me está pasando a mí, supongo que les ocurrirá a todos incluidos los jueces que son quienes tienen que hacer valer sus decisiones judiciales.
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En fin, que estoy en el trueno, y más allá. Dentro de la borrasca cuando oigo al presidente del tribunal juzgador que se tiene que ir a escribir la sentencia del fiscal general. Y lo hace entre las risas de su particular auditorio, que eso tampoco tiene demasiada importancia porque el sentido del humor de cada cual es suyo y lo que a mí no me hace chispa de gracia a otro le puede provocar una risa desternillante, bien porque lo crea gracioso, bien porque no deja de ser una muestra de cercanía y peloteo a todo un juez del Supremo y eso siempre podrá suponer un beneficio. Porque lo escandaloso es que ese tengo que ir a escribir la sentencia del fiscal general lo hace en un acto de formación organizado por el Colegio de Abogados de Madrid, parte activa en la acusación contra el fiscal general, y dos días antes de hacerse público el fallo. Pero lo estrambótico del caso no es solo que se diera a conocer el veredicto del tribunal juzgador por sorpresa y urgencias, sino que lo hiciera sin que se haya redactado la sentencia. O sea, que sabemos que el fiscal general del Estado es culpable, pero no sabemos ni de qué ni porqué. Para ello aún tendremos que esperar el tiempo que el juez se tome para escribir la sentencia como dijo ante un alegre auditorio.
Vale, las cosas así están y contra ello poco podemos hacer. Pero otro hecho que me impide salir del trueno en el que me encuentro es lo poco que he oído hablar entre el gremio periodístico de este país sobre la declaración del asesor de la presidenta de Madrid, Miguel Ángel Rodríguez. Me impactó oírle decir ante el tribunal que él era periodista, no notario, y como tal pues se había inventado el bulo que difundió sobre el novio de Isabel Díaz Ayuso que dio lugar a todo lo que ha venido después y que ha supuesto la condena e inhabilitación de Álvaro García Ortiz. Rodríguez admitió ante todo un Tribunal Supremo que había mentido y ahí quedó la cosa. Ya sé que para el PP mentir no es ilegal, pero hacerlo en el Tribunal Supremo ya es demasiado. A mí como periodista me sentó como un insulto oír aquello y como ciudadano me dolió y ofendió.
Alguien que admite ante el Supremo que mintió, alguien que sin sonrojo dinamitó los principios más fundamentales que nos enseñan en las facultades de Periodismo, y que no hace falta que nos lo enseñen porque es simple sentido común, y que se va del tribunal tan tranquilo es como para plantearse muchas cosas sobre el periodismo en sí, pero sobre la judicatura de este país, también. Más aún cuando seis profesionales de la comunicación exculparon a García Ortiz de los hechos de los que se le acusaba, pero esto es harina de otro costal pues el presidente del tribunal aún no ha hecho el traje y desconocemos los argumentos por los que se ha condenado al fiscal general.
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Así pues, sigo en el trueno y no sé cuando saldré de él, pero espero que las mentiras fabricadas y reconocidas por Miguel Ángel Rodríguez tengan algún tipo de consecuencia, aunque visto lo visto, tampoco tengo muchas esperanzas en ello.
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