Libertad, de boquilla
«Para mí que las decisiones personales deberían ser sagradas, en las que nadie pudiera intervenir y mucho menos recortar. Ya ocurrió con la ley de eutanasia contra las que alzaron la voz muchos en un intento por revertir la decisión de aquellos que querían recurrir a una muerte digna»
El Partido Popular se está especializando en las últimas semanas en meterse en todos los charcos que le salen al paso. Bien sea en los ... que les ponen otros, bien en los propios. La última polémica llega en torno a la ley del aborto por la que se tiene que crear un registro de médicos objetores que no quieran realizarlos. Se trata de un registro confidencial que tiene como objetivo conocer fehacientemente a dónde pueden acudir las mujeres que desean abortar. Tan simple como eso. Pues bien, la polémica ha estallado y amenaza con abrir una grieta en el partido difícil de gestionar y con consecuencias claramente negativas. En el fondo lo que subyace es un lío descomunal en el liderazgo del PP, una lucha de intereses entre la presidenta de la comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y el del partido, Alberto Núñez Feijóo.
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Los problemas vienen de antes. De cuando los populares aprobaron en el Ayuntamiento de Madrid una moción de Vox sobre el síndrome postaborto por el que las mujeres que se sometían a la interrupción de su embarazo podían tener impulsos suicidas. Finalmente Martínez Almeida se vio obligado a rectificar y asegurar que no existía ninguna base científica que avalara tal afirmación. Pero el daño ya estaba hecho y el favor a Vox, también. Ahora ha sido Isabel Díaz Ayuso, la presidenta madrileña que cada día se le ve más crispada, la que ha dicho que no respetará la ley y que no piensa crear ese registro de médicos objetores y que ha obligado a Núñez Feijóo a comparecer y afirmar que el PP cumplirá la ley.
Así bien, la polémica está servida y los problemas en el seno de los populares crecen y nadie parece capaz de atajarlos. Finalmente, da la sensación de que la oposición en el Partido Popular se encuentra en el mismo PP, pero eso es algo que ellos deberán solucionar.
El caso es que Madrid, la comunidad autónoma por excelencia en la que se ha enarbolado la bandera de la libertad, es cada vez menos libre. Isabel Díaz Ayuso empezó con aquello de lo bien que se vive en Madrid con sus terrazas y sus cañas, un lugar en el que es difícil encontrarte con tu ex para continuar exaltando la libertad con la que todo aquel que llegue a esa comunidad se da de bruces. Pero, al final, la libertad parece que no es tanta. Argumentos políticos aparte, guerras intestinas al margen; lo que realmente me molesta es esa coacción e intento por limitar la libertad personal, que no colectiva que ese es otro asunto, de los ciudadanos.
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En Castilla y León el entonces vicepresidente de la comunidad, Juan García-Gallardo de Vox, anunció una serie de medidas, que serían aprobadas por las Cortes, por las que los médicos estarían obligados a hacer escuchar a las embarazadas el latido del feto en un claro intento de coaccionar la decisión de aquellas mujeres que quisieran abortar. Lo del síndrome postaborto, aprobado en el plenario del Ayuntamiento de Madrid, viene a ser más de lo mismo: otra coacción a la mujer.
La libertad personal entre los madrileños está en entredicho por mucho que se exalte lo bien que se vive en esa comunidad. Para mí que las decisiones personales deberían ser sagradas, en las que nadie pudiera intervenir y mucho menos recortar. Ya ocurrió con la ley de eutanasia contra las que alzaron la voz muchos en un intento por revertir la decisión de aquellos que querían recurrir a una muerte digna.
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Estoy plenamente convencido que ninguna mujer que decida abortar lo hace a la ligera y que llega a esa decisión tras un proceso íntimo y personal que no debe ser nada sencillo. Lo mismo que aquel que decida poner fin a una existencia de dolor y sufrimiento de manera legal, dado que es todo un tribunal médico quien autoriza que se lleve a cabo. Me parece todo demasiado serio como para frivolizar con ello, pero a algunos parece que les encanta erigirse en juez y parte en la vida de los demás.
El Partido Popular tiene muchos problemas internos, pero que se queden ahí, que no trasciendan porque eso nos afecta a todos. Que la libertad individual, y la colectiva, sea real, nunca de boquilla.
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