Puerta Purchena

Sin perdón

«Superamos con éxito ese tránsito complicado que va de la dictadura a la democracia y fuimos capaces de unirnos todos. Vivimos crisis sociales y económicas, pero sobre todo, nos sacudió lo más duro del terrorismo al que vencimos»

Ángel Iturbide Elizondo

Periodista

Sábado, 22 de noviembre 2025, 23:07

Salvo cuando me miro en el espejo o escucho los ruidos de mi interior me da la sensación de que el tiempo no acaba de ... pasar. Hasta que de pronto soy consciente de que no es así, como ocurrió el jueves pasado al tomar conciencia de que habían transcurrido 50 años de la muerte del dictador Francisco Franco Bahamonde. Diecisiete tenía yo aquel 20 de noviembre de 1975 y lo primero que hicimos fue salir a la calle a ver qué pasaba, a ver qué daba aquello de sí. Salimos con alegría, festejando a escondidas la muerte de quien no debió manejar nuestro presente y decidir nuestro futuro nunca. Ni por méritos propios ni por formación, pero claro, contra un golpe de estado poco se puede hacer, sino hacerle frente, y si no logras frenarlo pues ahí tienes al general Franco casi 40 años de dura dictadura. Conocida la noticia yo no la asumí del todo hasta que no vi cómo en las aulas del instituto en el que estudiaba se sustituía la fotografía del dictador por la de Juan Carlos que suponía una ventana abierta al mañana. Los crucifijos, ahí quedaron. Volviendo al 20N los sentimientos fueron diferentes según quien los tuviera. En mi casa mis padres afrontaron la jornada entre la tristeza y el miedo al futuro. Sus hijos entre la alegría y la ilusión. Y con muchas expectativas por lo que habría de venir. Se cerraba una etapa trágica y se vislumbraba otra plena de optimismo, eso sí, con todas las cautelas posibles.

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Cincuenta años después comprobamos que hemos cambiado y muc; que vivimos en una democracia plena que debemos cuidar y vigilar para que no nos la arrebaten los nostálgicos y aquellos que, sin conocer la dureza de la dictadura, creen que cualquier tiempo pasado fue mejor al actual. Quizá les asista parte de razón porque lo que estamos viviendo en este país no tiene parangón. En la dictadura la población se dividía entre quienes triunfaban al albur del régimen establecido y quienes sufrían a diario por salir adelante a sabiendas que no tenían ningún futuro. Entre los ricos y los pobres. Entre los abusones y los abusados. Entre quienes lo tenían todo y aquellos que no tenían nada, solo esperanza en que los tiempos cambiaran, y no pensaban en ellos mismos sino en sus hijos para los que aspiraban un mundo mejor.

Mucho hemos cambiado en estos cincuenta años. Fuimos capaces de construir una democracia en la que nos sintiéramos cómodos todos, que acogiera a todo el mundo sin mirar al pasado y lo conseguimos a base de esfuerzo y de tener unas convicciones férreas de que lo que necesitábamos era un régimen de libertad como nunca antes habíamos conocido. Lo logramos y hemos sido capaces de cuidarlo durante años. Superamos con éxito ese tránsito complicado que va de la dictadura a la democracia y fuimos capaces de unirnos todos. Vivimos crisis sociales y económicas, pero sobre todo, nos sacudió lo más duro del terrorismo al que vencimos entre todos. Mis padres, hijos de la república a los que les cayó como una losa una guerra civil y años de dictadura en la que se criaron y crecieron, vivieron con tristeza la muerte del dictador y miraron con temor al futuro. Pero al cabo de los años esa tristeza se tornó esperanza y ese temor, bienestar. Sus hijos, que siempre creímos que todo podía cambiar, que todo debía cambiar, nos hicimos mayores en democracia y la alegría y la esperanza se tornó en oportunidades para nosotros y para quienes venían detrás. Y eso es algo que debemos tener muy presente. No podemos permitir que todo lo que hemos logrado en estos años nos lo arrebaten. Debemos volver a dignificar nuestro sistema democrático que se tambalea en sus cimientos por la dejación de nuestros representantes públicos por hacer política bajando al barro de la confrontación insana. El espectáculo político que los partidos están ofreciendo es preocupante porque, además de no ser nada edificante, lo único que está consiguiendo es esa desafección de los ciudadanos que se escoran hacia posiciones cada vez más extremas que retrocediendo el camino se entronca con lo que vivimos hace más de cincuenta años.

Desafección porque además de la bajeza política de quienes la ejercen, a los que únicamente les interesa mantener o aspirar al poder y el gobierno, se unen aquellos golfos sin escrúpulos y declarados como Cerdán, Ábalos, Koldo, Díez, Montoro (esta es la última hornada); a los que quizá haya que sumar los presuntos, y aún no declarados, García, Giménez, Liria, Sánchez… que menudo revolcón nos han dado esta semana y que han logrado ellos solos que en todo el país se hable de Almería, aunque hubiera sido mejor que nadie hablara de nosotros. Creo sinceramente que una cosa son aquellos impresentables que se enriquecen a través de mordidas en licitaciones y contratos de obra varias y que se gastan el dinero de manera obscena como obscenos son, y otra aquellos que se han enriquecido, o intentado, con comisiones en uno de los episodios más dramáticos vividos en este país como es una pandemia en la que miles de personas fallecieron. Eso, creo, aún es mucho peor y no puede tener perdón.

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