'Ande yo caliente...'
Todavía me pregunto cómo habría actuado yo en el lugar de la protagonista, y cuánto puede soportar el ser humano sometido al terror de una dictadura que te obliga a abortar o a aceptar la esterilización por imposición política
No voy a hablar del calor. Más bien del terror. Y sobre todo de los narcotizados, los que no se dan cuenta de que viven ... con miedo.
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Hace algunas semanas vi por la televisión no gubernamental una película que me ha marcado. Se llama 'Adiós, hijo mío'. Ambientada la China de los años 70, con escenarios y actores creíbles, cuenta la historia de una familia (y de otras implicadas en la trama) que padece la política del hijo único, aparte de otras violaciones de derechos humanos que se practican en las dictaduras. Lloré viéndola, y mira que hace tiempo que no me pasa eso ante una pantalla cinematográfica. Es que hay poco cine auténtico. Por muchos premios que las academias cinematográficas repartan a las políticamente correctas.
Esta película, construida con saltos espacio temporales que nunca rompen el argumento, centrado en el sufrimiento y la injusticia que conlleva vivir bajo el comunismo, desvela la triste rutina de una típica familia proletaria comunista; de las que el burgués Carlos Marx ideó para redimir al mundo. Y digo triste pues no existe tristeza mayor que la que elimina cualquier esperanza de futuro y cercenar la libertad. Esa era la familia obrera normal en China, que trabaja sin rechistar para el estado por un miserable sueldo. O sea, una familia esclava del Partido Comunista que malvive hacinada con su único hijo en un cuchitril. Allí, junto y revuelto, está su única cama, una mesa diminuta y algunos taburetes, junto a la raquítica cocina. Sin la menor concesión a la estética y con la certeza de que, por mucho que se esfuercen, así será toda su existencia.
Es que para el comunismo nada cuenta la felicidad personal. Los ciudadanos son robots no pensantes al servicio del Partido. Basta con recordar el estalinismo, la situación en Cuba, las dictaduras comunistas y populistas sudamericanas, o el espanto en Corea del Norte. Es lo que les gustaría hacer aquí a ciertos comunistas si no tuviéramos el paragua de la UE y el freno de una Constitución. Su meta sería hacernos a todos proletarios, excepto a los gobernantes. Para ellos quedan los, casaplones con piscina, los sueldazos y niñeras que pagan sus esclavos, alienados de por vida. Los narcotizados con discursos llenos de mentiras; los paralizados por la incultura o el miedo. Una situación que retratan libros de los escasos comunistas que lograron salir de esa secta monopensante, caso de Jorge Semprun.
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Uno de sus libros emblemáticos de denuncia sobre los campos de concentración nazis y estalinistas, los genocidios, el gulag y otras atrocidades similares se titula 'Aquel domingo'. Fue de los pocos militantes comunistas que padeció aquello sin acabar mutilado para pensar. Deberíamos leer todos estos libros, como otro que ahora tengo en las manos, 'El hombre que amaba a los perros', del que posiblemente haga algunos comentarios cuando finalice su lectura, porque da para mucho.
Acaso por estar enfrascada en esa lectura la película china me causó tanto dolor. Es que es real como la vida misma, pasó hace nada y nadie castigó al gigante chino por tales violaciones de derechos humanos. Ahora solo nos importa la economía. Todavía me pregunto cómo habría actuado yo en el lugar de la protagonista, y cuánto puede soportar el ser humano sometido al terror de una dictadura que te obliga a abortar o a aceptar la esterilización por imposición política. ¿Cómo se puede negar a un niño el derecho a crecer junto a otro hermano? Y digo niño porque la política del hijo único sacó a la luz el machismo imperante en el comunismo.
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Los padres que solo podía tener un hijo, descartaban nacimientos de niñas para intentar tener un varón, que valía más que una mujer. Fruto de aquello fueron atroces prácticas abortivas selectivas, o el abandono de las nacidas en inclusas como las que hubo aquí en siglos remotos. Seres humanos nacidos para morir solo por ser mujeres. De este drama habla la película, que describe cómo se manipula la mente de los ciudadanos para aceptar como normal cualquier aberración. Porque sin libertad de pensamiento el poder político se impone con facilidad.
Por eso es vital para los políticos que no creen en la libertad, por mucho que la proclamen en mítines, vigilar los modelos educativos. Así se va adoctrinando a los súbditos desde la guardería hasta que salen de la universidad, tarados para ser librepensantes. Luego es necesario controlar los medios de comunicación. Los llamados 'públicos' solo merecen tal nombre porque se costean con nuestros impuestos. Esos los maneja quien gobierna. Y los 'privados', también, porque su supervivencia depende de las subvenciones. Por eso es raro que películas como ésta, que obligan a pensar y critican vicios políticos, las veamos en nuestras televisiones. Como es casi imposible que nos cuenten la Historia basada en hecho contrastados.
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Lo que llaman Historia es más bien propaganda. Hasta en la publicidad nos cuelan sus consignas. Y así se explica que en determinadas situaciones, como durante la pandemia, los poderes públicos violen derechos fundamentales sin problema. Porque el rebaño está preparado para obedecer y callar. Y los que algo pensamos por libre tenemos la certeza de que siempre estuvimos, y estaremos, en el bando de los perdedores. Es que de jóvenes luchamos contra dictaduras. Y ahora percibimos que los nuestros nos manipulan.
Ellos saben que lo que la gente quiere es pan y circo para tenernos narcotizados. Saben que para los que no perciben la diferencia que hay entre ser súbdito y ciudadano, rige es aquello de «ande yo caliente…..»
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Bueno, si pueden y les dejan, vean películas como ésta y huyan de las alfombras rojas.
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