Anatomía de un farsante
Marcial Vázquez
Politólogo
Jueves, 4 de diciembre 2025, 23:17
Sinceramente, yo siempre he sido partidario de los epítetos conocidos como insultos a la hora de hablar públicamente. Ya sé que hay mucha hipocresía y ... se confunde la elegancia y la compostura con la buena educación, pero en ocasiones hay personas y pensamientos que solo merecen como respuesta o calificativo una palabrota. Por eso no entiendo el revuelo ocasionado porque Raxoi llamase «guarro» a Paco Salazar, un presunto acosador sexual que era muy cercano a Pedro Sánchez, seguramente otro desconocido para él. El problema de este arranque canallita del antilíder pepeiro es que suena tan forzado y tan impostado que a nadie le ha importado más allá de los tertulianos-esclavos de la izquierda.
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No negaremos a estas alturas que las formas son importantes, pero corremos el riesgo de que si nos centramos demasiado en las formas acabemos por descuidar el fondo, es decir, lo del dedo y la luna. Digo esto porque otra de las polémicas relámpago viene de la mano de Dani Martín, el del Canto del Loco, que pidió en uno de sus conciertos que nadie votase en las elecciones porque ningún político nos representa. Como ya todo es viral- que no necesariamente vital- ha tenido que pedir perdón en sus redes sociales y recordar lo importante que es ir a votar en democracia. Ciertamente, ¿qué problema había con la opinión inicial de Dani? Él es solo un cantante, con derecho a dar su opinión y sin mayor trascendencia que quienes lo siguen y las 24 horas siguientes. ¿Por qué exigimos a un cantante un comportamiento político «correcto» mientras miembros del Gobierno llaman a manifestarse contra los jueces y otros de la oposición desean ver colgado de los pies a Pedro Sánchez?
Precisamente he terminado de ver la serie del libro 'Anatomía de un instante', de Javier Cercas. Creía que en película iba a ser menos aburrido que en libro, pero me equivocaba. Tampoco quiero desprestigiar a Cercas porque es de los pocos pensadores de izquierdas que se han resistido a la inmersión iletrada e iliberal. Al final de la serie recuerda cuando Juan Carlos I le entregó el Toisón de Oro a Suárez, que ya ni recordaba quién era, y la famosa foto del Rey y el ex presidente paseando de espaldas por el jardín. Qué triste es acabar así, pero es verdad que ninguno sabemos cómo acabaremos nuestra vida, ni es aconsejable pensar en ello, porque acabaríamos enloqueciendo. Otra cosa es que en la actualidad ningún político piense en el bien común por encima de su bien personal, como sí hicieron muchos durante la Transición.
Como Feijóo es un político muy aburrido y un orador nefasto, la semana pasada quiso hacer la gracia en el Congreso de los Diputados y se le acabó el tiempo cuando iba a decirle a Pedro aquello de «anatomía de un farsante». Lo que pasa en el Pepé es que no necesitan esperar a la película del actual presidente del Gobierno porque pueden empezar por ellos mismos con el asunto Mazón. Porque la dimisión de Mazón sí que es una farsa, por no hablar del principal actor farsante. Deja la presidencia, pero no el escaño; además, le dan la portavocía de una comisión parlamentaria para ganar 624 euros más al mes y, para colmo, activa su oficina de ex president, con dos asesores y un conductor. La verdad es que esto más que farsa es una absoluta desvergüenza que deja clara la catadura moral del PP y la falta absoluta de vergüenza de Mazón. Que salga esta semana Mariano I a aconsejar ganar el gobierno en las urnas y aplacar la ansiedad por llegar al poder es una señal de la deriva suicida por la que se está deslizando Mariano II.
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