De la ambición a la acción: una transición necesaria

Andreu Puñet

Viernes, 17 de febrero 2023, 00:58

Puede llegar a buen puerto la transición energética penalizando a los sectores que la pueden hacer posible? ¿Se pueden conseguir los objetivos climáticos exportando las ... emisiones de CO 2 y, en consecuencia, los empleos? ¿Y negando soluciones que contribuyen a la descarbonización de manera coste-eficiente? Hay quienes siguen ignorando el elefante de esta habitación. Sean cuales sean las razones, las consecuencias esperan inalterables a la vuelta de la esquina.

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Si por algo se caracteriza nuestro sector es por la innovación tecnológica y por su previsión, porque gracias a ellas hemos superado retos tecnológicos que parecían imposibles y hemos llegado hoy con los deberes bien hechos. Entre 2008 y 2012, mientras Europa cerraba refinerías y perdía capacidad de refino, nuestras compañías asociadas, en una apuesta clara por esta industria y por nuestro país, invirtieron en España 7.000 millones de euros para mejorar sus instalaciones. La clave es que estas inversiones nos han permitido diversificar el origen del crudo que procesamos y obtener mejores rendimientos en los productos más demandados, de forma que a día de hoy no dependemos ni del crudo ni del diésel rusos para nuestro abastecimiento. Y así lo ha reconocido el Gobierno español en el Plan+Seguridad Energética.

E igual que hoy llegamos con los deberes bien hechos, queremos alcanzar 2030 y 2050 del mismo modo, pese al desconcierto que nos ocasionan las penalizaciones a un sector que, como reconoce el mismo Ejecutivo, es único en Europa gracias a sus inversiones previas y que se ha revelado como un activo estratégico. Aun así, continuaremos en esta línea. Nuestras asociadas ya tienen proyectos, algunos de ellos en marcha, por más de 16.500 millones de euros en los próximos años para desarrollar los tres ejes de nuestra estrategia: la utilización de materias primas distintas del petróleo para producir ecocombustibles, el hidrógeno renovable y la captura uso y almacenamiento de CO₂.

Estas enormes cifras, que a veces nos suenan huecas, aterrizan a lo largo y ancho de la geografía española. Desde Bilbao, con la primera planta de combustibles sintéticos; o Huelva, con la producción de hidrógeno verde y ecocombustibles a partir de aceite de cocina usado o de huesos de aceitunas; pasando por Puertollano, donde se va a poner en marcha una nueva línea de producción de plásticos reciclados y se va a producir hidrógeno verde; Castellón, con la producción de ecocombustibles para aviación e hidrógeno verde;o Cartagena, en la que se fabricarán biocombustibles avanzados para todos los medios de transporte. Sin olvidar importantes proyectos en Algeciras, Tarragona o A Coruña.

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Su impacto es directo en el desarrollo y la riqueza locales y, como consecuencia, en el empleo. En este momento son 200.000 familias las que tienen un puesto de trabajo gracias a nuestro sector;y con la transformación en la que ya está inmerso para alcanzar la neutralidad climática en 2050, estos empleos pueden ser muchos más. Además, son empleos de calidad, altamente cualificados y con un componente importantísimo de innovación y tecnología. Tampoco debemos obviar que de su transformación y del desarrollo de los ecocombustibles dependen más de 5,7 millones de puestos de trabajo, a los que representa la Plataforma para la Promoción de los Ecocombustibles, en la que están integradas 28 asociaciones que representamos al sector del transporte por tierra, mar y aire, a la automoción, a los agricultores, a la pesca y a los productores y distribuidores de carburantes y de biocarburantes.

Todos estos proyectos demuestran nuestro compromiso con los objetivos climáticos y que la transformación de nuestra industria, sin precedentes desde la Revolución Industrial, es un hecho y es presente. El futuro no depende solo de nosotros, pues aunque queramos hacer bien los deberes, también nos tienen que dejar hacerlos creando un marco normativo que no dañe ni nuestra industria ni nuestras inversiones, que no podrían llevarse a término sin unos resultados positivos. Europa y España necesitan fortalecer su industria, y más en un contexto en el que la Ley de Reducción de la Inflación (IRA) estadounidense ha situado a las empresas europeas en una clara desventaja competitiva.

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No nos podemos permitir una industria débil cuando los últimos meses nos han demostrado la importancia de fortalecer nuestra independencia energética y cuando sabemos que la industria es sinónimo de empleo de calidad. Debemos emprender un camino realista, para lo que es condición 'sine qua non' ver el elefante en la habitación: tan erróneo es negar el cambio climático y la necesidad imperante de reducir las emisiones, como lo es creer que solo con la electrificación vamos a alcanzar la neutralidad climática. Para llegar a ella, nuestro sector va a ser un actor clave, ya que va a posibilitar la descarbonización del resto de actores, pero para ello hay que tener en cuenta todas las tecnologías, abrir camino a la colaboración público-privada e incentivar las inversiones orientadas a alcanzar ese objetivo.

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