Ha sido un fiable mercenario, cómplice de intrigas amorosas y efectiva arma para el arrebato impune del poder. Hablar del veneno es hablar de la ... historia del hombre ya que su presencia ha sido continua a lo largo de los tiempos. En Grecia el veneno se emplea como arma de ejecución y es el Estado el depositario de los venenos. Recordemos que Platón describió con notable exactitud la ejecución de Sócrates con cicuta. La discrecionalidad y silenciosa eficacia del veneno acabó con la vida de emperadores, reyes y papas. Parece que César Augusto fue traicionado por su esposa Livia, quien inyectó veneno en unos higos que el emperador comió. Aún hoy, sigue envenenándose deliberadamente. Vivimos rodeados de veneno. Hay millones de sustancias tóxicas a nuestro alrededor. Pero el veneno, al margen de ser un elemento nocivo para la salud, también el Diccionario de la lengua española lo define como algo que causa daño moral; o como sentimiento negativo, como la ira o el rencor. Aunque hay venenos que en una dosis adecuada son beneficiosos para nuestra salud. El médico suizo Paracelso lo expresó muy bien hace quinientos años: «Todas las sustancias son venenos, no existe ninguna que no lo sea. La dosis diferencia un veneno de un remedio».
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Francisco de Quevedo, el más aguzado de los poetas del Siglo de Oro, señaló que: «el exceso es el veneno de la razón». Y sí, el exceso es ese cedazo que deja pasar la ponzoña que hace que los que ocupan los púlpitos públicos pierdan el sentido común, el sentido de la concordia, el pragmatismo, el juicio moral, haciendo que la ciudanía se contagie de la demasía y encendidamente se propugne desde la radicalización. Ahora esta exacerbación del exceso es muy evidente, ostensiblemente espesa y agobiante en la pugna que se experimenta por el relato de la realidad. Algo que se ha vuelto alarmante.
Actualmente se han cruzado los límites de una tácita entente que salvaguardaba la razonable convivencia (y la razón cada vez está más relegada). Y es que las palabras no son inocentes, pesan, a veces hieren, a veces destruyen y hasta matan. El discurso de odio, la censura y la resignificación construyen unas enzarzadas realidades políticas y sociales.
Gran parte de la política, de los que la ejercen a diario, está llena de resentimiento e inquina, de esa envidia obscena que no permite que el otro esté donde está. Y el resentimiento, pongamos también el odio o la envidia, en una frase atribuida a Nelson Mandela, es como beber veneno y esperar que mate a tus enemigos. Hoy es especialmente grande la olla donde se cocina ese veneno que ahoga el conocimiento, que infecta la moral, ese veneno ideológico que desprecia toda verdad y llama desde la furibunda arenga a la embestida contra nuestros acérrimos enemigos.
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Volviendo a Quevedo, en su poema Contra los que quieren gobernar el mundo y viven sin gobierno, escribe: «Vives mal presumidas y ambiciosas/ horas, inútil número del suelo/ atento a sus quimeras engañosas; /pues, ocupado en un mordaz desvelo/ a ti no quieres enmendarte, y osas/ enmendar en el mundo tierra y cielo».
En esas estamos, con la ponzoña segando el aire. La palabra ponzoña aparece en el diccionario renacentista de Covarrubias (que se llama así «porque punza el corazón»), y María Moliner en su acepción figurada precisa: «Se aplica a ideas, sentimientos o costumbres que dañan gravemente al espíritu o a la sociedad». Ese veneno, esa ponzoña, cala fácilmente en nuestra conciencia y la incapacita en no poca medida. Tal vez uno de los principales hándicaps en estos momentos es que la refriega y el griterío no dan crédito a la comunicación respetuosa. No escuchamos para comprender, escuchamos para contestar y para soltar nuestras «verdades irrefutables».
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El veneno, sigue ahí, acompañándonos, como lo contemplara Federico García Lorca en su poema Ciudad sin sueño, de Poeta en Nueva York, que en su último verso dice: «Las copas falsas, el veneno y la calavera de los teatros», simbolizando con una metáfora, como la ciudad esta tapada por un «escotillón» donde pocos logran ver la realidad de que son esclavos en este lugar.
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