Donde agitan las palabras

Retorno a la memoria

El retorno puede simbolizar la necesidad de un nuevo comienzo, la reflexión sobre la vida, o la búsqueda de la verdad.

Alfredo Ybarra

Jaén

Martes, 27 de mayo 2025, 23:40

En esta noche en la que escribo una pulsión que mana desde muy dentro, pero que siento en mis manos, en los párpados, en el ... temblor del aire, me convoca a regresar a alguna parte de mis entretelas, a alguna parte de mi tierra, de mi pueblo, de mi casa, de mi corazón ardido. Miro el reloj y están desmayadas sus agujas. El tiempo se ha hecho noche, extensa, muy extensa y profunda, Quiero mirar dónde han ido quedando las huellas, la lava ardiente, los jirones, de mi amor, de mis quimeras. Quiero en esta hora hablar con mi voluntad, buscar en el olvido. Necesito en un momento de restañeo comprender y llegar a comprenderme en el pasado y en la propia identidad. En definitiva, en estos instantes, donde anda pedregoso el pulso, necesito explorar la conciencia, la memoria, y mi voz.

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En los alcores del largo camino, para reconocernos y poder tratar con la existencia, es fundamental contemplar no sólo el horizonte sino la lejana extensión de un fuego antiguo, secreto y milagroso que embelesó mis huellas. Volver es volver a ser, es volver a recordar quién soy, palpar la materia, el símbolo y el espacio del misterio de unos astros que un día conjugué entre mis manos. Retornar es pensar dónde vamos. Pero retornar es intrincado a veces. Incluso cuando regresamos a la historia acontecida no se parece a lo que esperamos de ella. También pasa cuando la historia acontece. Antonio Machado lo dijo: «Es más difícil estar a la altura de las circunstancias que au-dessus de la mêlée», es más difícil estar a la altura de los acontecimientos que ser contemporizador y no involucrarse. Y así vamos, perdidos de la razón, perdidos de corazón y alma.

Los poetas, los escritores, los artistas, a menudo hablan del «retorno» como una idea metafórica, no siempre literal. El retorno puede simbolizar la necesidad de un nuevo comienzo, la reflexión sobre la vida, o la búsqueda de la verdad. Y seguramente el retorno al que al que aspiro sea ese, el de la búsqueda perenne en la incierta inmensidad de la existencia. Es contemplar a Ulises, con su larga y difícil vuelta a casa, con su «retorno a sí mismo». Es una dialéctica hacia un tiempo incesante, sin días ni horas, en el que rasgar los polvorientos velos del olvido y dejar que en el claustro de mi ser un tarareo de duendes siembre en las venas un agua inefable. Se trata de una exploración de la mismidad y del lugar de uno en la vida. Observo las tétricas sombras, los esperpentos disparatados que mueven el sinsentido del mundo y me pregunto dónde está la rosa de los vientos. José Antonio Muñoz Rojas en sus Versos de retorno (1929), escribe; «Papeles de mis estantes, /los estantes de la casa/de mi pueblo, /decidme lo que en vosotros/escribió el tiempo. /Nada nuevo, /dicen los papeles nuevos».

Acaso la vida se ha vuelto un destierro en el que estamos lejos del corazón de la tierra y de su aura lunar, lejos de los balcones que dan al mar, lejos de la palabra que desde el yunque entrama el privilegio de la existencia. Gregorio Marañón en Españoles fuera de España, recuerda a Séneca y su carta a su madre durante el exilio en Córcega: «El exiliado sufre pensando en los que se quedaron y en los que se volvieron; pero ¿sabemos si ellos están tan seguros de no estar, más que nosotros, exiliados? La vida es un destierro universal». La originalidad, lo dijo Gaudí, consiste en el retorno al origen; por lo tanto original es aquello que vuelve a la simplicidad de las primeras soluciones. Se trata de una transformación interior, de un despertar a la conciencia de lo propio y a nuestra esquiva trascendencia. Se trata de que nuestro hálito, nuestra voz, se hallen en la memoria, en esa otra memoria.

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