Paramnesia y tradición
Cualquiera que quiera crear, en este caso literariamente, tiene en algún momento la sensación de que lo que está haciendo ya lo ha hecho alguien antes.
El ganador del Herralde de Novela 2025, el escritor argentino Pablo Maurette, con El contrabando ejemplar, que estará en librerías el próximo día 26 de ... este mes de noviembre, defiende que la literatura es un acto de paramnesia, que toda novela está hecha de libros que hemos leído, de imágenes que hemos visto, de historias que de mil maneras ya conocemos. De El contrabando ejemplar dice su autor que está hecho de retazos de lo que ha leído, que todo está copiado, «robado», de algún lado. Dice que es «un homenaje a la copia, que es la única forma de hacer literatura». De hecho, por ejemplo, Maurette ha reconocido que El contrabando ejemplar bebe mucho de la tradición picaresca española de los siglos XVI y XVII en lo referente a lo grotesco, el humor y el disparate. La trama del libro también habla de un plagio. Ahonda en la historia de Pablo, un aspirante a escritor sin muchos escrúpulos que viaja a Madrid para apropiarse del manuscrito que su amigo y mentor Eduardo dejó al morir, y que nunca culminó, y decidido a hacerse con la novela Pablo se enfrentará a un proceso que lo llevará a reconstruir su propia biografía.
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Cualquiera que quiera crear, en este caso literariamente, tiene en algún momento la sensación de que lo que está haciendo ya lo ha hecho alguien antes. Así que intenta ser más original, hacer algo nuevo. Pero hay que recordar lo que hace ya unos tres mil años nos reveló el Eclesiastés en su versículo nueve, que no hay nada nuevo bajo el sol. El escritor y filósofo Eugenio D'Ors escribió que todo lo que no es tradición es plagio. O sea, fuera de la tradición, ninguna originalidad es verdadera. Y a propósito hay una frase del filósofo alemán Nicolai Hartmann que señala que «nadie empieza con sus propias ideas». Esencialmente no somos capaces de crear nada original, antes bien desarrollamos el enorme acervo que hemos recibido de otros. Esa herencia es un conocimiento compartido que va creciendo y se enriquece con nuestros distintos modos de ver y afrontar la realidad y sus situaciones, con nuestro entendimiento, con nuestro propio pensamiento. La tradición es la memoria de la sociedad y se suma a nuestra mismidad y experiencia para hacernos creativos, singulares. Sin memoria, sin tradición, el caudal humano se seca y la sociedad se muere.
Según el Diccionario de la Academia, tradición se refiere a la transmisión de noticias, composiciones literarias, doctrinas, ritos, costumbres, etc., hecha de generación en generación. Somos lo que recordamos ser, es decir, lo que nos podemos narrar. Y al mismo tiempo, como escribió Shakespeare, estamos hechos del mismo material que los sueños y un sueño ciñe nuestra corta vida. Por eso en esa necesidad inmarcesible de contarnos y de contar, nuestro relato está sujeto a la paramnesia, a ese creer recordar situaciones que no han ocurrido o a modificar circunstancias que habiéndose producido acomodamos a nuestras diferentes conveniencias. El «déjà vu» no es sino un tipo de paramnesia que define la sensación de haber vivido una situación que es nueva como si ya se hubiera ocurrido antes. La paramnesia está en el fondo de la literatura y también en sus tramas. Me acuerdo, por ejemplo, de 2666, de Roberto Bolaño. Unas historias que se entrelazan a partir de diferentes puntos de vista de los personajes que acaban deconstruyendo una realidad que el lector enlaza para conseguir un conocimiento completo de los hechos acontecidos.
Los humanos, como individuos o como sociedad no creamos nada por nosotros mismos, sino que solamente desplegamos un sustrato recibido. En este sentido una búsqueda de lo sublime desde la originalidad, sin partir de la tradición, es plagio en cuanto que se queda en las formas, en el «qué», pero pierde la esencia vital, el significado, el alma, la coherencia que da la tradición.
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Avanzamos apoyados en la herencia que hemos recibido y nada de lo que hacemos, por muy innovador que lo creamos es ajeno a ella. Ahora bien, nuestro propio e impar pensamiento, nuestro carácter y modo particular de expresarnos, nuestra mirada de las cosas, nuestro personal «cómo», nuestro estilo, nuestra propia voz, nos hacen ser únicos.
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