Como me pasa en no pocos días, me detengo por momentos y siento que la vida y todo alrededor de ella es un misterio, algo ... profundo que no se puede entender o explicar. La existencia es algo extraño e indescifrable y tal vez en ese misterio guarde la fascinación con que nos asombra, estremece y alienta. La vida es así, inasible, azarosa, milagrosa, y con un sentido enigmático que siempre estamos tratando de descifrar, muriendo en el intento. Es como la poesía, que nos descubre los arpegios del crepúsculo sin romper su cerradura. Porque la poesía existe para expresar lo inexpresable, como el misterio, que no se puede explicar, ni atrapar. «Solo el misterio nos hace vivir. Solo el misterio», dice apasionadamente Lorca, que siempre llevó consigo la luz del asombro y las impresiones vividas de niño en la naturaleza iniciática de la Vega granadina. El poeta de Fuente Vaqueros ante esa pregunta tan escurridiza de qué es la poesía dice que «poesía es la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse, y que forman algo así como un misterio».
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El origen de la palabra misterio puede partir de Grecia y, en singular, se refiere a una realidad tan grande que nos supera que no hay palabras para expresarla y ante la que hay que callar, guardar silencio. Del vocablo griego también derivan las palabras místico, misticismo y mistificación, que además de referirse al misterio, a la razón oculta, también encarnan espiritualidad, contemplación, meditación y ascetismo.
El hombre es un camino, un enigma, siempre en perpetua búsqueda de su propia esencia medular y del secreto que ella esconde... Tanto Aristóteles como Platón señalan como principio de la filosofía el deseo de saber, innato en todo hombre, avivado por la admiración y la curiosidad ante los fenómenos de la naturaleza. Kant lo subraya: el hombre es un ser que pregunta.
Me doy cuenta de que hay un azar inescrutable que nos hace encontrar a lo largo de los años la mayor parte de cosas y circunstancias, los valles y los acantilados de la vida, las terrazas, las umbrías, las claridades, las brumas, y por encima de todo las personas decisivas en nuestra existencia. Sólo el misterio nos hace vivirla de verdad. Esa es nuestra grandeza como seres humanos, la necesidad de buscar, de preguntar y preguntarnos en la incertidumbre, en el silencio,…, en la eternidad. Rubén Darío con su agudeza de pensamiento nos dice que «la vida es misterio; la luz ciega y la verdad inaccesible asombra». Y al hilo, como metáfora de la vida, recuerdo aquella frase de Churchill en la que sentenciaba que Rusia era un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma.
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Hace un rato despedía a Roberta Flack, escuchando su 'Killing me softly with his song', y ahora vibro con La Pasión según San Mateo de J.S. Basch, Aunque parezca paradójico, la música y el silencio no se contradicen, conviven en el misterio. La música nos ayuda a entrar en el silencio, y el silencio con su matemática oculta, es imprescindible en la música. Música, silencio, poesía, hechos razón emocionada que nos impele a dar el siguiente paso de la vida. Y es que la razón es impotente, por sí sola, para desentrañar el misterio del mundo. El misterio sobrepasa la inteligencia. Y, así, preguntándose por el enigma que acoge el misterio, Pessoa escribe: «El misterio de las cosas, dónde está? Si apareciese, al menos, para mostrarnos que es misterio».
Para dar fe del insondable mundo, brilla con luz propia la palabra poética hecha fulgor y ascua, misterio que nos inquiere desde el fondo del alma y que es un diálogo, como creían los primeros humanos, con los dioses, con la eternidad.
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