Otoño, sereno misterio
Son días estos que favorecen los silencios, la lentitud, que hacen que abramos de par en par nuestra capacidad de observar por deleite.
Escribo cuando parece que el otoño se reajusta y quiere, si, tan hostiles al compás climático como somos, le dejamos, con tanta política bochornosa, con ... las lluvias tardías e inciertas, volver a su ser. Intento sentirlo mientras escucho el otoño porteño de Astor Piazzolla, o ese otro otoño del Oratorio de Joseph Haydn en Las estaciones. Evoco al filósofo Xavier Wheel cuando percibo como el otoño es un andante melancólico y perspicaz, un caminar de paseo que prepara prodigiosamente el solemne adagio, con su lento paso, del invierno. Noto que sensitivamente el otoño es más la estación del alma que de la naturaleza. Son días estos que favorecen los silencios, la lentitud, que hacen que abramos de par en par nuestra capacidad de observar por deleite y no por obligación. Necesitamos este tiempo de atenuada luz, que el moderado sonido de la música andante nos llene y nos recuerde quienes éramos y quienes podríamos ser. Juan Ramón Jiménez en su poema Otoño escribía: «En una decadencia de hermosura, / la vida se desnuda, y resplandece/ la excelsitud de su verdad divina».
Publicidad
Acaso Mariluz Escribano (Granada, 1935 - 2019), esa admirable poeta de la paz y la memoria, en su poemario Umbrales de otoño (Hiperión, Madrid, 2013), muestra su calmosa profundidad y aprehensión machadiana. En palabras de Remedios Sánchez, cómplice, vocera y faro de esta deslumbrante poeta, y recopiladora (con una extraordinaria introducción) de la Poesía completa de Mariluz Escribano (Cátedra, 2022) nos infunde «una lírica de una fortaleza ética difícilmente alcanzable en la actualidad», que en esta tarde en el que el cielo se pinta con un racimo de nubes encendidas, en mí se hace deseo de palabras desnudamente vigorosas. Mariluz, y yo con ella, se sabe presa de la evocación y con las palabras como enigmas trata de adentrarse en la comprensión, en el sosegado ánimo −que en su clímax solo se logra desde la grandeza de espíritu−, y así poder desentrañar la existencia. En su Umbrales de otoño no trata de desentrañar la densa y enérgica llama de la memoria, sino buscar la sutil ascua de su reflejo en el sentimiento: «Mi mano está escribiendo el color del recuerdo». Si pueden, lean a Mariluz Escribano y descubrirán la liminar voz de una impar poeta andaluza, que por ejemplo dice: «Ha venido el otoño, ¿lo recuerdas?/Madre, ¿te acuerdas del otoño?:/ Últimas rosas de la Huerta, /los álamos dorados, aquel prado, /la lluvia en la ventana, los silencios/aislándonos del mundo y sus quehaceres…» Una poeta que escribe «a los pies del silencio/ en la oración perpetua de la roca».
El otoño supone la conquista serena de la madurez, el logro de una calma sagrada; adivinar la culminación natural y la plenitud de la vida, el espacio extremo antes del silencio gélido del invierno. El sol ya no arde, se vuelve tibio y dulce. Como estación del alma, el otoño enseña que el contemplar no sea una geometría, hace que se dilaten las palabras, que se aguce el oído.
En la sierra, desde los altos breñales a las hondonadas, cerro a cerro, la brama resuena como piedra de pedernal y nos llama a incendiar de emociones, como el arrogante venado, un horizonte de celo y oro.
Publicidad
Las calles extienden su oculta estela sagrada, proclaman la voz silente de su legítima verdad, mientras los muros se abren desvelando un surtidor, un sueño, que funde la tierra con el agua, el aire con el fuego. La ciudad se trasmina en pueblo, la plaza se abre sobre sus goznes sonámbulos y siento un haz de alientos en el contraluz del crepúsculo, donde las pisadas se hacen memoria y razón, hendiendo mi pecho. Hoy mi casa, mi otra casa, se vuelve húmeda de humuvia, de ese «aroma que ve el alma/ y toca y suena a gozo/ umami de humo y agua» (Antonio Carvajal).Y el eco de un misterio, como un vago oráculo, me trae el silencio y la emoción de lo puro.
Estos días otoñales se han vuelto un prodigio. La vida brilla detrás del fragor de los tiempos. El hielo de los astros se vuelve tinta de Dios, germen frágil y transparente, un vuelo fértil que me circunda.
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión