También soy tabernario. Lo confieso. Me encanta la caña de cerveza al mediodía con su tapa, sea de berberechos, almejas de Carril o mejillones. No ... sigo la senda de los bivalvos por si alguien me toma la matrícula cambiada y piensa que me meto a destiempo en entrepiernas. A los tabernarios nos gustan la vida y las bromas. Somos ciudadanos de a pie que confiamos en camareros, bármanes y cantineros porque son gente sin dobleces. Infinitamente más de fiar que Tezanos y sus encuestas, cocinadas en el CIS. Y menos retorcidos, por supuesto, que los ramplones mensajes de la vicepresidenta egabrense, cuyo paladar, al parecer, rechaza los berberechos al vapor con salsa verde. La criatura se ha pasado la campaña madrileña cazando fascistas amojamados y difusos, sin tiempo para abrir una botella de Alhambra 1925, y eso tiene consecuencias neuronales. De los presuntos fachas que buscaba esta señora, nacidos por las años en que apareció nuestra Alhambra'25, deben quedar muy pocos; casi ninguno tras la funesta gestión en las residencias de ancianos, pues fueron abandonados a su suerte por el marqués de la Coleta. Desde que Zapatero y Sánchez declararon la guerra a Franco y nos metieron en el bucle del tiempo todos andamos un tanto trastabillados, pero lo de la señora Calvo es inquietante. A ver si este verano se serena.
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No olvidemos que este galimatías sobrevenido, del que ha resultado triunfadora 'cum laude' Isabel Díaz Ayuso, lo iniciaron al alimón José Luis Ábalos e Inés Arrimadas, cuando urdieron aquel estrafalario movimiento de sillones para quitarle al PP la presidencia en Murcia. El oficio de muñidor, esa persona que según la RAE «gestiona activamente para concertar tratos o fraguar intrigas», requiere de grandes tragaderas y mucho morro. No todo el mundo sirve. Y se ha demostrado que ni Arrimadas ni Ábalos han dado la talla. Eso sí, han ocasionado un enjambre sísmico en la vida política solo comparable a los terremotos en la Vega de Granada desde diciembre a febrero. Y no ha hecho más que empezar. De momento, a los cabezas de lista en Ciudadanos y PSOE los han dejado fuera de cobertura. El marqués de Galapagar no pierde el tiempo y busca plaza en alguna tele donde haya pasta gansa y audiencia 'manejera'. El terremoto también nos ha dejado la deplorable imagen de la ministra Reyes Maroto mostrando la foto de una navajita plateá con gotitas de carmín, enviada por un señor enfermo. Hay cosas que producen vergüenza ajena. En fin, que «el leve aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo», según un viejo proverbio chino. Y de qué manera se ha dejado sentir el aleteo de «doña Inés del alma mía, / perla sin concha escondida / entre las algas del mar». Ya tenemos a Susana de tournée pidiendo «el voto en libertad» para enfrentarse al cortante filo del sevillano Espadas, el ariete de Moncloa, y al lenguaje abrasivo de la ministra de Hacienda, que el viernes viajó a Granada.
Mayo sigue siendo el mes de las flores… y de los capullos. Este año la cosecha de capullos frustrados se ha desmadrado. Las flores han sido para Ayuso, que las ha recolectado con ese mensaje de libertad, directo y fresco, que no le gusta a la nomenklatura ni a Tezanos. Qué le vamos a hacer. Todavía queda mucho tarugo y mucho lerdo que solo aceptan la democracia cuando ganan. O pontifican, ¡manda huevos!, que el pueblo se equivoca.
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