La alta inflación –suavizada en los últimos meses por el abaratamiento de la energía, pero persistente en la cesta de compra– y la agresiva subida ... de tipos del BCE para combatirla, con su consiguiente efecto en las hipotecas, redoblan la presión sobre las economías de las familias, que se han visto obligadas a recurrir a sus ahorros bien para afrontar la vida diaria, bien en busca de una mayor rentabilidad por ellos que palíe un empobrecimiento generalizado. Ambos factores explican que los españoles rescatasen en enero 13.000 millones de euros en depósitos bancarios. Esos movimientos excepcionalmente elevados representan una advertencia al sector financiero al coincidir con una masiva inversión en letras del Tesoro, cuyos intereses –el 3% a un año– son muy superiores a los de unas entidades que se resisten de forma contumaz a trasladar el alza del precio del dinero al ahorro de sus clientes, mientras lo aplican con diligencia a los créditos. Aunque la banca está sobrada ahora de liquidez, no debería echar en saco roto el daño a su reputación que puede causar esa estrategia ni la posible competencia del Estado cuando, en un escenario de precios desbocados, necesite captar recursos.
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