Adióoos granaaadinoooos… Yeeeeaaah!

Granada se hizo telediario y mostró una imagen reivindicadora, como sucedió con el tren. Y se fue desvaneciendo el pudor de los visillos, de las esquinas y aceras

José García Román

Sábado, 5 de noviembre 2022, 01:07

Hay vidas que no han conocido el amarillo de la senectud porque se ha adelantado el amarillo de la muerte. Le ha sucedido al Dr. ... Candel en plena juventud. En realidad nadie se libra del tránsito 'del rosa al amarillo', sea niño, joven, adulto o senior.

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En enero de 2017 escribí en este periódico el artículo titulado 'Yeeeeaaah!' e hice una reflexión sobre el movimiento 'Jesús Candel' que como un terremoto de ilusión estaba conmocionando la ciudad de Granada y su área metropolitana. Transcribo algunas líneas: «Es sabido que el líder se caracteriza por la capacidad de generar entusiasmo y confianza, de seducir, persuadir y resistir, de asumir riesgos y sus consecuencias. (…) No esquiva los problemas; al contrario, los afronta. El miedo no sólo no le inmoviliza sino que le insufla ánimo. Da la cara en la tormenta y en la calma. Está en todas partes pues representa al otro, que es multitud. No huye de sí mismo ni se esconde. (…) Y lo que es más importante: no conoce la traición ni la servidumbre voluntaria».

Plastifiqué la página del periódico y se la envié, desde la cortés distancia de un 'manifestante-contertulio'. Entendí que, errores y malentendidos aparte, el Dr. Candel se había ganado un lugar de honor en una ciudad adormecida y pusilánime que comenzaba a salir a la calle no precisamente a quemar contenedores o violentar espacios urbanos.

Granada se hizo telediario y mostró una imagen reivindicadora, como sucedió con el tren. Y se fue desvaneciendo el pudor de los visillos, de las esquinas y aceras ante el deseo del justo resurgir de una ciudad y una provincia 'mal' tratadas. No fueron manifestaciones al uso sino tertulias ambulantes, a media voz y engrasando motores para generar y enriquecer opinión, y debatir sin otro interés que el de Granada.

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Los pueblos que anhelan progreso necesitan una fuerza constante que no duerma ni de noche ni de día

Las palabras gruesas suelen aparecer en momentos pasionales, de pérdida de control, de excitación, y llegan a ser perversas cuando la sangre se asoma a los ojos. Todos padecemos el asedio continuo, activo o pasivo: asediamos o nos asedian. El ser humano puede estar en la cumbre de la humanidad o en la sima de la inhumanidad. En tribunas públicas tienen vía libre expresiones-torpedos que estremecen profundidades en tantos mares interiores y no ocurre nada a pesar de haber sido dichas por representantes de la ciudadanía. Me desagradan las palabras malsonantes aunque en alguna situación sean como lava de rugiente volcán o como vapor ardiente de una olla exprés. A veces es inevitable pinchar el globo que asfixia o ahoga debido a presiones propias o ajenas. Lo que importa es el latido del corazón, la sangre que fluye por las arterias y las venas. ¿Es culpable la flor de sus espinas? ¿Es meritorio no tenerlas? Los genes son una lotería. Como numantinos o contra numantinos, no luchamos con las mismas armas y los mismos músculos.

El líder, sabedor del riesgo, ignora trincheras, está en primera fila expuesto a las balas y al sufrimiento de la soledad cuando finaliza el 'espectáculo'. Recordaré, para quitar hierro, que las buenas formas en ocasiones ocultan dagas bajo sonrisas de dientes afilados. No somos 'cívicamente' puros y por tanto nos afectan las depresiones de la atmósfera social.

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Aquellas convocatorias tuvieron trascendencia nacional contagiando la demanda a otros lugares y excitando expectativas de la Granada de la salud y la solidaridad. La indolencia granadina fue zarandeada por despertares tan acariciados. Los pueblos que anhelan progreso necesitan una fuerza constante que no duerma ni de noche ni de día. Jesús Candel era visceral, activista, creo que hiperactivo y por lo tanto cometió errores. Me pregunto: ¿Qué hacen más daño, las palabras o los hechos, la palabra enaltecida o los hechos fríos como aquellas barras de hielo de antaño? Las alabanzas acaban perdiendo la memoria. Recuerdo la siguiente pregunta de Unamuno: «¿Por qué me cubren de alabanzas si al fin han de cubrirme de injurias?». Es el sino humano. Somos así. ¿Qué quedará de la vida del médico Jesús Candel? ¿Sus palabras o sus hechos?

Mi sentido pésame a la familia del Dr. Candel y mi gratitud a él por haberme dado la oportunidad de enriquecerme con aquellas manifestaciones-paseos, conversando, 'cambiando de fila', de tertulianos, saludándonos y abriendo puertas a la ilusión y la esperanza de 'dos hospitales completos'.

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Recordemos este principio ético: «De los muertos se dice sólo lo bueno». Salvo, digo yo, de los satanases y verdugos de la humanidad. Toda regla tiene su excepción. No hay mayor honor que poner nuestra vida a disposición de una causa justa. Ya eres leyenda, Jesús Candel Fábregas. ¡Descansa en paz!

En el artículo citado me referí a Louis Armstrong cuando él concluía la interpretación del mítico tango con «Adióoos muchaaachoooooos…Yeeeeaaah!». Al saber la noticia del fallecimiento de Jesús Candel percibí una liberadora despedida que surgía de lo hondo de su corazón:

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«Adióoos granaaadinoooooos…Yeeeeaaah!».

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