Acoso y violencia
Marta Soler
Periodista
Jueves, 7 de noviembre 2024, 23:52
Lejos de mejorar en civismo como sociedad, empeoramos. Es tristísimo, pero es así. Coincidiendo con el Día Internacional contra la violencia y el acoso escolar – ... que fue ayer-, la comunidad de Educar es Todo, formada por madres, padres, docentes y expertos, daba a conocer su último informe en el que se refleja que uno de cada cuatro menores asegura haber sido víctima de acoso escolar; lo que es una auténtica barbaridad. Han preguntado al alumnado si ellas y ellos han acosado alguna vez a alguien y el 80% dice que nunca, pero un 30% asegura que en alguna ocasión ha insultado, se ha burlado o ha tirado objetos a alguien de su clase o del colegio. Además, un 9% ha insultado por Internet y un 8% ha subido fotos o vídeos a redes sociales o WhatsApp sin su consentimiento. El acoso es un acto violento que perpetra nuestra población menor porque reproduce comportamientos de las personas adultas, de lo que ven en casa, en la calle, en una serie de televisión, en un vídeo en las redes sociales o en plataformas de internet.
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Afortunadamente, según los datos del informe, las familias son conscientes de que la culpa es exclusivamente de la enseñanza que dan a sus hijos e hijas y, así, casi 8 de cada 10 progenitores piensan que son ellos y ellas quienes más pueden hacer para erradicar el acoso escolar y el bullying. Obviamente. Si no hablamos con nuestros hijos e hijas, si no estamos pendientes de lo importante, qué vamos a esperar. El profesorado, según el informe, piensa lo mismo, que el fallo está en casa, pero también reciben sus críticas en un día tan significativo como el 7N.
Así, desde la Asociación contra la Violencia en las Escuelas Trencats denuncian la vulneración de derechos de los menores en los centros educativos. Aseguran que las denuncias que reciben describen, casi sin excepción, el mismo patrón: centros que permanecen inactivos, administraciones que callan o muestran una preocupante connivencia, agresores que actúan sin consecuencias y víctimas que sufren una doble victimización: primero, a manos de sus agresores, y después, por la inacción de un sistema que debería protegerlas.
Y así seguimos un año más: la realidad es que no hacemos nada y estamos educando a nuestros menores a insultar cuando le insultan, a pegar cuando les pegan y a gritar más alto que los demás porque no les pueden levantar la voz, lo que les situaría en una posición de desventaja en lugar de potenciar valores como la humildad, el respeto, la concordia y, sobre todo, la empatía hacia los demás. Esto hay que trabajarlo en casa porque al colegio se viene a aprender, pero sí es responsabilidad de los centros educativos y de las administraciones abordar este tipo de situaciones de violencia y corregir actitudes que no deben ser aceptables, bajo ningún concepto, en sociedad.
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