Escribo en Jueves Santo y en la calle llueve, pero poco. Sería suficiente si no lo hubiéramos dicho más de una vez en un día ... como este a lo largo de más de diez años. Son, si no ajusto mal las cuentas, más de 500 crónicas de domingo. «Llora el cielo en este día con Cristo muriendo en la cruz por nuestra única culpa...».
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Tenía titulares donde elegir para un Domingo de Resurrección, pero quería sobre todo que llevara esperanza. Nos debemos alguna ilusión, que buena falta nos hace a todos. De ahí el título de hoy, porque me aseguran donde he consultado a escala oficial –aún me queda algún amigo ahí– que en abril, vacunas mil. Lo digo orgullosamente, verazmente: granadinos sobre todo de mi edad, o sea, los ochenta y tantos (incluso hacia arriba), les van a vacunar, ya era hora, a partir de este lunes que viene, que es el día 5 de abril. Si Dios quiere, que no tiene más remedio que querer porque ya hemos purgado lo suficiente. En cuanto a mí se refiere les debo decir, que, sin recomendación ninguna, porque así me tocaba a los 86 años, ya he sido vacunado las dos veces, lo cual me garantiza no sé qué, porque acabo de leer que la Pfizer esa que me han puesto me garantiza ¡solo seis meses de inmunidad! O sea, que es una vacuna como a medias, pero no quiero pedir más de la cuenta. Bienvenida sea la que sea, la que ya habita en mí. Las cosas como son, no he perdido la esperanza.
En cuanto a la vacuna que estáis esperando en Granada, mis paisanos del alma, que sepáis que ya está ahí. Llegar no sé cómo ha llegado, pero, a partir de mañana, sentiréis el pinchazo de la esperanza, un toque levísimo, casi como el alfiler de un ángel, y a esperar a la segunda, que habrá de llegar inmediatamente.
Esta noticia de hoy, este titular que además rima, aunque solo sea un ripio en tierra de buenos poetas, me da pie para que también me haga eco de una gran noticia en la que tiene mucho o que ver, y más a escala mundial, Granada a través de una paisana nuestra a la que muchas veces recordamos: la emperatriz Eugenia de Montijo, que fue de verdad, de verdad, la que hizo posible el sueño de su esposo, el emperador Napoleón (con su ingeniero y primo Fernando de Lesseps): ¡la construcción del Canal de Suez!, que ha tenido en jaque al planeta entero durante varios días.
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Debo decir inmediatamente que mi paisano, nuestro amigo y compañero Jaime Peñafiel ha escrito en su leidísima página de los sábados en El Mundo unas líneas emocionantes sobre el tema, y la gran mujer que nació en la Magdalena, mi barrio de Granada. Ese artículo me ha emocionado no saben cuánto, así que aprovecho para recordar a quien corresponda que ya es hora de que se le dé a Jaime el honor tantas veces merecido de, por lo menos, la Medalla de Oro de la Ciudad de Granada, donde vino al mundo y de la que con tanta frecuencia habla primorosamente en todos los medios en los que está, porque es primero en lo suyo y desde hace ya mucho tiempo.
Dicho queda y por escrito, además.
Yahora sigo añadiendo algunas historias más a nuestro Domingo de Resurrección, porque las hay y, también, nos hacen falta.
Decirles, por ejemplo, de parte mía, que cada noche escucho más a nuestro crooner, cronista, Miguel Ríos, que incluso me están diciendo que igual cuando pase esto, si es que pasa, se hace una gira por España, América y el mundo entero si hace falta, bajo el título de 'El río de la alegría', que es algo que nos vendría muy bien a todos, empezando por mí el primero. Les cuento también que mañana lunes me ingresan en la Clínica de Navarra de Madrid para hacerme un chequeo en profundidad, porque estoy lleno de goteras y tengo de ese centro sanitario los mejores recuerdos. Rememoro cuando hace años fui a Pamplona a visitar al conde de Barcelona, que allí se nos estaba muriendo, y encontré el nombre del ilustre médico granadino Ortiz de Landázuri, y otros del Opus Dei...
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Les tendré informados porque el resultado te lo dan de un día para otro. ¡Ay si tuviera la suerte de que me dieran consejo obligatorio de ir a Granada ya de una vez y por todas!
Mientras tanto, y como el sabor es una forma del amor, decirles que también he pensado titular esta crónica como 'Buñuelos de bacalao', que es a lo que me sabe este tiempo. O si me apuran: 'El potaje de espinacas', riquísimo manjar que acabo de ver que ha sido elevado a la categoría de plato especialísimo de la Semana Santa. Y ahí están también las torrijas, que esas sí que tienen el sabor especial de la muñeca de quien las hace, seguro que de la misma sangre que la nuestra…
Y me parece una magnífica idea el homenaje que se prepara, leo en IDEAL, al poeta Luis Rosales, al que yo quise tanto y que me dio siempre tantas oportunidades de éxito, sobre todo, cuando hablábamos de Federico en su preciosa casa de la Sierra de Guadarrama entre versos, rosas y piedras.
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Muy buena la entrevista en El Mundo a nuestro poeta Luis García Montero, director del Instituto Cervantes, que está de enorme actualidad: la Familia Real se ha llevado una muy buena impresión después de estos días con la princesa de Asturias, futura reina de España.
Y no quería dejar pasar esta página de hoy sin traer a colación que se acaba de celebrar a escala mundial el Día del Queso, una efemérides muy interesante para todos y para un servidor, porque di el pregón en Cabrales, ni más ni menos, hace ya no sé cuántos años. El premio mundial aquel año se lo llevó año una joya verde, que me traje en avión desde Oviedo aquella misma tarde, aunque tuve que pedir, que rogar, palabra de honor, a la azafata de turno, que explicara que si olía de una manera extraña era por lo que era, gloria bendita. El pasaje lo entendió y hasta me regaló un aplauso sin que yo pudiera corresponderles…
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A lo que voy, que me dicen que en la Sierra de Granada están haciendo un queso de cabra de la Alpujarra único en el mundo, pero debo consultarlo con quien más sabe de esto: mi compañero y maestro don Rafael Vílchez.
Y hasta el domingo que viene, que a ver si he conseguido llegar al final de página y así no me llevaré un disgusto, que ya sabe que los años no pasan en balde.
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