Una habitación para desahogarse en Nochebuena
Roman Vogdt nació en Frankfurt, pero no recuerda una sola navidad en Alemania. Su madre, francesa de la vieja escuela, le inculcó las tradiciones que hoy traslada a su hija Marlo en su carmen del Albaicín
Aunque nació en Frankfurt, Roman Vogdt no recuerda ninguna Navidad ahí, y mucho menos alemana. Su familia se mudó a Oporto cuando tenía cuatro años ... y su madre, francesa de la vieja escuela, se ocupó de que todo lo que había –y sigue habiendo– en casa en estas fechas viniera de Francia. Pavo, patés, quesos... No había lugar para comida alemana, por eso cada año viaja a Alemania para probar la auténtica. Jamón o lomo tampoco se han visto nunca sobre la mesa, a la que él y sus cuatro hermanos llegan siempre exhaustos. Y no, no es por pasarse la tarde cocinando.
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En los noventa, en Portugal no había mucho que hacer y siete personas en una casa se convirtió en un «huracán de hormonas». Para «no liarla» en Nochebuena, sus padres les cedieron una habitación donde podían «pelear libremente». La única condición era llegar presentable a la mesa, «incluso si había que limpiarse la sangre o cambiar de camisa unos minutos antes». «Nos pegábamos a puño limpio», confiesa.
Cuando se mudó a España hace quince años, esas costumbres podrían haber cambiado, pero no. La madre de su hija Marlo también es francesa; la comida española siguió descartada. Es una «maldición». El «orgullo francés» envuelve su vida. También su carmen en el Albaicín, de donde no se ha movido desde que llegó a Granada en 2017. Aunque en este barrio «no se cuece mucho ambiente navideño», desde allí admira «el mayor plus que tiene Granada en Navidad», la sierra.
Un lenguaje universal
A sus 32 años, Roman quiere transmitir a Marlo, de cuatro, todas las tradiciones familiares. «Mis hermanos y yo seguimos haciendo uso de esa habitación aunque la mayoría somos ya padres de críos», admite el aleman. Aunque parezca increíble, cuando saben que pasarán juntos la Navidad, se preparan. «Hace unos años, uno de mis hermanos se apuntó a sambo, un arte marcial ruso que se practica en el servicio secreto israelí, y nos machacó a todos», recuerda. Y no, no es ninguna broma.
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Los últimos años Roman ha pasado la Nochebuena con sus exsuegros, en el Patio de los Perfumes. Esta vez, la cita ha sido en El Escorial, en casa de su madre. Los cinco hermanos han viajado desde Singapur, Costa de Marfil, Sudáfrica, Alemania y Granada a Madrid con sus respectivos hijos. Seis primos en total que no tienen un solo idioma común. Por suerte, el lenguaje de los puños es universal, ¿no? Aunque lo más probable es que solo hayan jugado mientras los adultos se batían en duelo con el único fin de desahogarse antes de la cena. Una vez al año no hace daño, dicen.
Pero Roman ya está pensando en preparar «una buena» para 2025. «Soy mucho más fan de cómo se respira la Navidad aquí. Mi deseo es celebrarla en Granada con familia y también amigos para que la vivan al más puro estilo francés», apunta. Es así, la habitación del pánico definitiva está en un carmen del Albaicín.
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