La paradoja de Vox: A Dios rogando y con el mazo dando
Las críticas del «católico» Abascal a los obispos se enmarcan en la batalla cultural para imponer las tesis ultraconservadoras
«Soy católico, pero tengo una responsabilidad política y la voy a ejercer». Las palabras de Santiago Abascal, con las que justificó su inédita arremetida ... contra «parte» de la jerarquía eclesiástica tras las críticas de la Conferencia Episcopal a la moción aprobada en Jumilla (Murcia) para vetar los ritos islámicos en el polideportivo municipal, encierran en sí mismas la gran paradoja de Vox, que se alimenta de un electorado mayoritariamente creyente y/o practicante (el 75% de sus votantes se declara católico, según el último barómetro del CIS), pero a la vez se permite, de forma cada vez más desacomplejada, criticar a los obispos con argumentos similares a los que utilizaba en su día para desacreditar al PP como la 'derechita cobarde'.
Publicidad
En una entrevista a un canal de 'streaming' en Youtube, Abascal no dejó títere con cabeza al dibujar a una Iglesia que coquetea con el 'wokismo' por intereses espurios, que tampoco se cortó a la hora de nombrar: los «ingresos públicos» que obtiene, las subvenciones a las ONGs que trabajan con migrantes –que no llegarían en su totalidad, según el líder de Vox, a las «personas desfavorecidas»–, o incluso un silencio autoimpuesto para tapar los «casos de pederastia», que mantendría a la curia «amordazada ante los Gobiernos liberticidas».
Las críticas al sector episcopal más identificado con las tesis del fallecido Papa Francisco no son nuevas en Vox y, de hecho, vienen de lejos, pero la virulencia del ataque sí ha sorprendido a propios y extraños e incluso ha provocado «malestar» y «perplejidad» en votantes y simpatizantes católicos de la formación de extrema derecha. «La cara más islamófoba de Vox no es propia del sector más católico del partido, y no creo que los católicos más formados e ilustrados de Vox compartan esas posiciones», apunta Borja Vivanco, doctor por Deusto y la UPV, sociólogo y economista. Hasta tal punto ha arreciado la tormenta que los propios prelados, además de defender la libertad de credo consagrada en el artículo 16.1 de la Constitución española, han decidido replicar a Abascal al recordarle, como ha hecho esta semana el arzobispo de Tarragona, Joan Planellas, que «un xenófobo no puede ser un verdadero cristiano».
La gran pregunta, obviamente, es por qué Vox azuza un enfrentamiento de este cariz con la Iglesia aun a riesgo de disgustar a sus bases, decididamente católicas, en un momento en el que, además, el viento de las encuestas sopla a su favor y demuestra que, al estilo de lo logrado por Marie Le Pen en Francia, su oferta política va calando entre las clases trabajadoras de menor cualificación y le ayuda a consolidarse, al alza, como tercera fuerza política española.
Publicidad
La respuesta es más sencilla de lo que parece. Porque le interesa. «No responde a un calentón, no es un ataque de visceralidad ni una salida de tono. Es una estrategia perfectamente pensada y consensuada. Y además no van a aflojar, irá a más», vaticina Guillermo_Fernández Vázquez, profesor de Ciencia Política en la Universidad Carlos III de Madrid y autor del libro '¿Qué hacer con la extrema derecha en Europa? El caso del Frente Nacional'. A juicio del experto, hay un hecho clave para entender por qué «justamente ahora» Vox ha decidido pasar a la ofensiva y «confrontar» directamente con la Iglesia: la entronización de Robert Prevost como nuevo Papa bajo el nombre de León XIV –en detrimento de otras opciones que hubieran supuesto un giro a la derecha– tras la muerte de Francisco, a quien Abascal se refería despectivamente como «ciudadano_Bergoglio».
«Comunista y peronista»
Un apelativo que le dedicó por primera vez en 2019, tras la entrevista que el entonces jefe de la Iglesia católica concedió a Jordi Évole, en la que se mostró decididamente a favor de la acogida a los migrantes, con duras críticas a las concertinas en la valla de Melilla y una exhortación a los católicos que se habían «olvidado de llorar» por los más desfavorecidos. Ya entonces, los sectores ultraconservadores, en la política y en la propia Iglesia, tildaban de «comunista» y «peronista» al Papa argentino. «Si habla el ciudadano Bergoglio y da sus opiniones políticas, las respeto, pero no tengo por qué compartirlas. De hecho, no las comparto», apostilló entonces Abascal, que de un tiempo a esta parte se esfuerza en hacer gala de su fe, pero siempre para alinearse con el sector eclesial más recalcitrante.
Publicidad
Ya en aquel año 2019 exhibió en sus redes sociales una colección de fotos de su visita al Vaticano, pero para presumir de su entrevista con el cardenal Robert Sarah, que ha teorizado sobre la «migración de masas» como «nueva forma de esclavitud». «Pocas voces más autorizadas sobre la invasión migratoria que vacía África e inunda Europa que la de un cardenal de la Iglesia nacido en Guinea Conakry, un país africano con un 90% de musulmanes», apuntaba entonces Abascal. Más recientemente, el portal Infovaticana, cercano a uno de los colaboradores más estrechos de Abascal, Gabriel Ariza, hizo campaña, sin éxito, contra el papable Prevost.
En ese contexto, insiste Fernández Vázquez, se entiende mejor, seis años después, «el pulso» de la cúpula de Vox contra los obispos, que se enmarca, como casi todos los movimientos de la extrema derecha, en el interés en ganar la «guerra cultural» de la que se alimenta su crecimiento exponencial en votos. «Abascal piensa que con León XIV al frente de la Iglesia tiene más posibilidades de ganar esa lucha» que con su carismático predecesor, apostilla.
Publicidad
De ahí que, en un momento en el que el discurso migratorio –Vox ha empezado a hablar de deportaciones masivas y a coquetear con las tesis del Gran Reemplazo que amenazaría con islamizar las viejas sociedades occidentales– se ha convertido en clave de bóveda de su estrategia, su dirección decida ir «al choque» contra la Conferencia Episcopal.
«Saben que de primeras van a tener en contra a la Iglesia, pero perseverarán: el objetivo es ir decantando a su favor a sectores eclesiales más conservadores, medios de comunicación o incluso al Partido Popular. Es una envolvente en toda regla», explica el docente de la Carlos III.
Publicidad
«Orfandad» política
La pelea con el PP por el mismo espacio electoral siempre late de fondo, igual que sucedió con otra decisión de Abascal que tomó por sorpresa a parte del partido en su momento, la ruptura de los pactos autonómicos con los de Alberto Núñez Feijóo. Vista con distancia, aquella jugada no ha ensombrecido las expectativas electorales de la extrema derecha. En este caso, Vox juega con ventaja porque, como subraya Vivanco, es consciente «de un problema de fondo, la orfandad del voto católico más allá de sus siglas».
«No hay un partido de corte democristiano en España que represente todos los valores de la Iglesia. En el caso de Vox, hacen bandera del matrimonio católico o de las posturas antiabortistas pero no de la justicia social. Aun así, se aprovechan de que el PP_critica a los partidos de izquierda cuando está en la oposición pero no hace nada por cambiar las leyes cuando llega al Gobierno. Resultado: los católicos votan al que ven menos malo o más compatible con sus creencias», disecciona.
Noticia Patrocinada
Ese 'malmenorismo' explica el margen de maniobra que Vox cree tener para dar su particular batalla del relato. El caso de Abascal es paradigmático porque, aunque en su juventud no fue especialmente religioso –se casó por lo civil en primeras nupcias y es divorciado–, sí ha celebrado su segundo matrimonio por la Iglesia y se declara fervoroso creyente. En unas jornadas de la Universidad San Pablo CEU, celebradas en julio, se confesó «dolido», según desvelan asistentes al coloquio que el líder de Vox mantuvo con el escritor Enrique García-Máiquez, por los «ataques» de la Iglesia a su partido y por el «moderantismo» del obispado, a su juicio pernicioso.
Pero, como señalan la mayoría de analistas, la reivindicación de la identidad cristiana que enarbola Vox no se sitúa tanto en el terreno moral sino en una visión «identitaria y tradicionalista» de la religión, que emparenta a Vox con otras siglas de la extrema derecha europea o con referentes del trumpismo como el vicepresidente J.D. Vance. Como recuerda Fernández Vázquez, «beben de esa teoría del filósofo Gustavo Bueno que dice que uno puede ser culturalmente cristiano aunque no crea en Dios».
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión