José Antonio Sánchez y Andrés García trabajan con algunos de los enjambres con los que cuentan en su terremo. RAMÓN L. PÉREZ

Dos estudiantes de la Universidad de Granada extraen el veneno de las abejas para cosméticos y fármacos

Los impulsores de la empresa Apinature utilizan suaves descargas para extraer el producto de los insectos sin causarles daño

Viernes, 25 de enero 2019, 02:07

Cuando una abeja se acerca, el primer impulso de la inmensa mayoría de la población es echarla a manotazos y dudar del porqué de su ... existencia. Pero lo que muchos no saben es que estos insectos son una pieza fundamental de la naturaleza y un sustento imprescindible de todo lo que nos rodea. «Sin la polinización que realizan, llegaría el día en el que no tendríamos vegetación ni con qué alimentar ni a los animales ni a nosotros mismos».

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El que habla es Andrés García Martínez, licenciado en Biología que ha creado en el seno de la Universidad de Granada, junto a José Antonio Sánchez Lucena, estudiante de Ingeniería Química, la empresa Apinature. Podrían haber centrado su actividad únicamente en extraer y aprovechar los productos que tradicionalmente se han conseguido de las abejas, como son la miel, la jalea real o el propóleo, lo que ya les garantizaría un suculento sustento, pero quisieron dar un paso más allá. Decidieron aprovechar los beneficios que se pueden obtener de un elemento tan poco trabajado como es el veneno de las abejas.

A pesar de lo que muchos podrían pensar, se trata de un producto con unas características específicas a explotar por empresas tanto farmacológicas como cosméticas. «El veneno de las abejas tiene muchísimas y muy buenas propiedades medicinales. Se usa para enfermedades de tipo reumatológico o autoinmunes, como podría ser la artrosis, artritis, lupus, esclerosis múltiple...», comenta García. A esto suma su compañero: «Hay que hacerse las pruebas de la alergia y para eso es necesario el veneno, así como para hacer las vacunas. También se utiliza en la cosmética, pues tienen propiedades parecidas al colágeno, por lo que es idóneo para crear cremas antiarrugas y antiedad».

Escasa innovación

La apicultura está extendida en el territorio nacional, pero el aprovechamiento del propio veneno de la abeja no tanto. Tal y como cuentan los creadores de Apinature, la producción en España es muy reducida debido a que se trata de un sector tradicional en el que no suele haber innovación. Juan Antonio la conocía por su familia. Durante tres generaciones sus familiares han dedicado sus momentos de ocio a la cría y cuidado de este insecto, pero nunca de forma profesional. Ellos querían salvar esa distancia. Se han formado y han sumado sus conocimientos a la de expertos a los que han recurrido para asesorarse para así encontrar la mejor forma de extraer el veneno de las abejas de forma ecológica y sostenible con el medio ambiente, y, sobre todo, sin dañar a los insectos. El 'truco' está en el uso de una especie de placa de vidrio que han tenido que adquirir fuera de España, ya que en el territorio español no se desarrolla, por la que pasan unos filamentos metálicos y que se coloca cerca de la puerta de la colmena. Al pararse las abejas sobre ella, esta las estimula con unas pequeñas descargas eléctricas de baja intensidad «que no las daña en absoluto» y que provocan que las abejas se estresen y piquen, de forma que queda el veneno en la placa. Tras esto, hay que purificar el veneno, pues es fácilmente degradable por factores como el oxígeno o la luz. Además, la presencia de elementos externos como el polen que suelen tener las abejas en las patas o la suciedad del ambiente estropea el elemento, lo que provoca que no sea 100% puro si ellos no realizan con él una serie de mecanismos físico-químicos que lo convierten en uno de máxima calidad.

José Antonio y Andrés son los creadores de Apinature. R. L. PÉREZ

«Actualmente, la mayoría de veneno que hay en España se importa, pero en España prácticamente no se está haciendo», explica Andrés García. Estos compañeros de universidad pueden decir orgullosos que han conseguido levantar una idea que en un primer momento podía parecer descabellada, pero que ha logrado ser premiada en cada concurso al que ha sido presentada. El último, le llevará a visitar Silicon Valley en noviembre y a optar a un premio valorado en 20.000 euros.

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«A veces pensamos que hemos tenido mucha suerte en conseguir todo esto, pero ha sido fruto de mucho esfuerzo y sacrificio», indica Juan Antonio. Y es que en un principio eran únicamente dos amigos de la universidad a los que un día se les presentó la oportunidad de unir sus inquietudes para sacar un proyecto adelante. Ahora, luchan por seguir dando pasos firmes hacia adelante. El siguiente será realizar visitas guiadas a sus instalaciones, en el Valle del Lecrín, y realizar charlas para dar a conocer el mundo de las abejas. Y seguir creciendo. A eso nunca le pondrán límites.

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