A vueltas entre la religiosidad popular, los buñuelos y el truco o trato
En un contexto geográfico como el nuestro, seamos cristianos católicos apostólicos y romanos o no lo seamos, la fiesta de Todos los Santos y la veneración a nuestros difuntos es una tradición que no pasa desapercibida en nuestra sociedad
maría del carmen sánchez miranda
Profesora del Área de Antropología Social de la Universidad de Jaén
Lunes, 31 de octubre 2022, 11:19
La disciplina de la Antropología Social encuentra cotidianamente sus centros de interés en los contextos culturales que enmarcan las sociedades, con las tradiciones, las costumbres, ... los ritos, las maneras y los modos de pensar, sentir y actuar de personas, grupos y comunidades de cada grupo social configurado en todas sus formas y modelos posibles.
Y en este marco, sin duda, en plena fiesta de Todos los Santos encontramos una de las expresiones de arraigo sociocultural en nuestro entorno a múltiples niveles. A priori, pareciese que estamos hablando de una festividad religiosa, pero es interesante plantearse este matiz en el eje espacio-temporal del siglo veintiuno o, simplemente, podríamos decidir analizar el fenómeno diseccionándolo por creencias, por lugares, por edades, por circunstancias personales, familiares, por experiencias de vida, por herencia parental o, simplemente, transitarlo como una fiesta a la que darle la vuelta transformándola en consumo cultural, ya sea en formato de festivales, teatros, disfraces, disfrute gastronómico o divertimentos varios.
En un contexto geográfico como el nuestro, seamos cristianos católicos apostólicos y romanos o no lo seamos, la fiesta de Todos los Santos y la veneración a nuestros difuntos es una tradición que no pasa desapercibida en nuestra sociedad. Resulta bien fácil olvidar el momento del calendario en el que estamos, dadas las altas temperaturas y la consecuente y aparente lejanía de noviembre; no obstante, hace aproximadamente un mes que buena parte de los escaparates de nuestra ciudad han cambiado su decoración para llenarla de manifestaciones estéticas propias del período del año en el que nos situamos: ayer entré a la farmacia más cercana a mi domicilio y tuve que apartar con sumo cuidado una madeja tejida blanca para poder coger un bote de champú y no echar abajo todo el tenderete de arañas de plástico enganchadas.
En la fiesta de Todos los Santos encontramos una de las expresiones de arraigo sociocultural en nuestro entorno a múltiples niveles
Recordar ese momento y estar repensando sobre la tradición de Todos los Santos me genera una incoherencia significativa, ya no como antropóloga, sino como ciudadana de a pie que ha crecido a caballo entre la generación de los camposantos y culto a los difuntos y el espectáculo de Halloween actual.
No obstante, cabe preguntarse si realmente una sociedad como la nuestra se siente identificada con ese halo de misterio y pavorosas muestras de una festividad profana que nos traslada a toda una parafernalia de chucherías, performances de trucos o tratos en niños que juegan con el miedo inocentemente alejados de la honra y el recuerdo hacia las personas que ya no están con nosotros.
Desde los días previos y, principalmente, la víspera de Todos los Santos, los cementerios se llenan con el color de las flores, como un acto cargado de la emoción y el compromiso de, una vez al año, realizar la ofrenda a nuestros seres queridos. El simbolismo de comprar las flores y las velas, llevarlas al cementerio, limpiar las losas de las sepulturas, visitar a nuestros difuntos, recordar su presencia y lo que pudimos compartir, agradecer lo vivido, pedir perdón y/o desear que su luz nos ilumine a todos los que quedamos en la vida terrenal vienen a ser sentimientos más o menos comunes recogidos en nuestras oraciones, entre las muestras visibles de ramos, escaleras, fregones, botellas de agua, velones y las manifestaciones invisibles de las dolorosas ausencias.
Es preciso señalar que el día de Todos los Santos, que se celebra el 1 de noviembre, va unido al Día de los Difuntos el 2 de noviembre: la diferencia entre una fecha y otra es que en la primera se conmemora el recuerdo de todas las personas que ya no están, mientras que en la segunda se honra a los difuntos bautizados, según la religión cristiana. Tales celebraciones no dejan de ser dos hitos que evocan la clasificación de los cultos según Wallace, la representación de un acto comunitario donde ubicar un rito de paso, desde la vida terrenal a la espiritual, desde el plano material al animista.
Es momento de reencontrarnos con nuestros allegados con motivo de visitar el cementerio y hacer la 'puesta a punto' anual del lugar donde yacen los restos de nuestros seres queridos, de volver a ver a personas que cada año regresan a su cita del Día de Todos los Santos o de promover el encuentro de algún modo, independientemente de contar con un lugar donde venerar a nuestros difuntos, llámese cementerios o hablemos de columbarios.
En la transmisión de pautas culturales en el proceso de endoculturación vivido en los entornos familiares hay algunas tradiciones que, dependiendo del lugar donde nos situemos -principalmente en ambientes rurales de nuestra provincia-, se sigue manteniendo la costumbre de acompañar estos días con los olores y sabores de las castañas asadas, las batatas, los buñuelos de viento, los huesos de santo, el pollo en pepitoria y las gachas, elaboradas artesanalmente y con especial mimo en estas fechas.
Aunque las recetas de estos manjares perviven más fácilmente con el paso de los años como preciado bien, hay algunas prácticas que cada vez resulta más complicado encontrarlas, como encender mariposas en la noche de los difuntos: unas velitas redondas, pequeñas, con una base de corcho y recortes de naipes sacadas de una caja de cartón, que con su baile de llamas sobre un recipiente con aceite y agua ofrecían el ambiente propicio para saber que, siendo niña, tu madre las encendía porque echaba de menos a personas que se habían ido al cielo. Esta práctica de prender una luz se llevaba a cabo para que nuestros seres queridos encontraran el camino a casa, para que pudieran visitarnos, supieran que les recordamos y para que ellos tampoco olvidaran que la mecha de esa vela es el símil de la vinculación de ambos mundos y de la reminiscencia de que siguen estando presentes en nuestro recuerdo.
Así pues, en la antesala de la globalización y aculturación donde Halloween disfraza estos emotivos días y los endulza de trucos y tratos, honremos hoy a Todos los Santos, nuestras estrellas en el cielo.
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