Serafín, el 'Pablo Ráez' jienense que invita a la donación de médula
Mientras se enfrenta a su segundo proceso contra la leucemia, recoge los datos de personas interesadas en donar para enviar a sus pueblos una unidad móvil
'Siempre fuertes'. Dos simples palabras que unidas consiguieron grandes logros. Fue el lema que Pablo Ráez, el joven malagueño enfermo de leucemia que ... falleció en 2017, usó en su lucha contra la enfermedad para concienciar de la importancia de la donación de médula. En 2016, cuando esperaba un segundo trasplante, logró que el número de donantes aumentara un 1.300% y que 11.200 personas ofrecieran una donación. Él ya no puede conseguir su reto de llegar al millón de donantes en España, pero lejos de olvidar la importancia de este objetivo, los hay que continúan su legado.
Es el caso de Serafín Ruz, un joven de 29 años de Bélmez de la Moraleda, residente en La Carolina, que se enfrenta por segunda vez a esta enfermedad. Convencido de que granito a granito se hace la montaña, ha iniciado su propia campaña de concienciación a nivel provincial. «Comencé porque había mucha gente que me preguntaba si podía ser compatible conmigo para donarme médula, pero esto no se hace así. Se le hacen pruebas a los familiares directos para ver si eres compatible con alguien, y en caso de que no se busca un donante a nivel internacional. La gente no sabía bien cómo funcionaba», explica.
Empezó por lo más cercano: su pueblo y los de alrededor. Desde el Centro de Transfusión Sanguínea de Jaén le explicaron que podrían mandar una unidad móvil si conseguía un mínimo de 35 donantes, así que se puso manos a la obra, recogiendo nombres y móviles de los interesados. Por ahora ya tiene gente suficiente para Bélmez de la Moraleda y Huelma, y tiene en mente conseguir que una unidad acuda a La Carolina y Guarromán. «El proceso es indoloro, gratuito y generoso para los que nos encontramos en la búsqueda de un donante para vivir. Puede donar gente de los 18 a los 40 años», añade.
Aunque no deja de ser acertada la labor de Serafín, lo cierto es que hay una forma aún más práctica de donar: acudiendo al Centro de Transfusión Sanguínea. «Es lo más fácil, pero como mucha gente trabaja por las mañanas es más complicado. Si programamos la visita de las unidades a los pueblos por la tarde, pueden escaparse», apostilla.
Inculcarlo a los niños
Serafín Ruz cree que en su entorno la mentalidad ha cambiado desde que fue diagnosticado. «Cuando tienes a alguien conocido te conciencias más», indica. También él tuvo de referencia a Pablo Ráez, quien le motivó «muchísimo» y cuyas frases le llegaron muy dentro. «En ese momento yo estaba en remisión y compartí sus publicaciones. Hasta que no te hace falta un donante a ti no lo ves tan fuerte», añade. El joven no sabe si algún día se conseguirá el reto de un millón de donantes en España, pero cree que la clave está en inculcar la importancia de la donación de médula desde la infancia, para que lo tengan interiorizado desde niños. En cualquier caso, es un proceso «a largo plazo». «A veces hay momentos de 'boom', como con Pablo Ráez, y luego se estabiliza. Yo voy a llevar este movimiento hasta donde pueda, y no solo con la donación, también con el diagnóstico. Es importante que la gente se haga analíticas y que si se notan algo raro acudan al médico cuanto antes», manifiesta.
Desde 2003
Serafín Ruz fue diagnosticado en 2013 por primera vez, a raíz de un trombo en la cadera. Si una persona sana tiene en torno a 130.000 plaquetas, en aquella analítica él no tenía más de 20.000. En un par de días recibió el diagnóstico: leucemia promielocítica aguda. Y para antes de que pudiera asimilarlo, ya estaba en tratamiento con quimioterapia, pastillas y transfusiones de sangre. «Este tipo de leucemia en muchísimos casos no necesita transplante, basta con el tratamiento y casi nunca se da una recaída. Aquella vez estuve 52 días ingresado», recuerda. Unos meses después, le dijeron que la enfermedad había remitido.
La enfermedad, tan cruel como imprevisible, le dio una tregua de varios años. De 2014 a 2019 ha estado haciendo vida normal, estudiando un ciclo de Grado Superior de Telecomunicaciones y trabajando en la hostelería y cuidando a personas discapacitadas. Hasta que el cáncer llamó otra vez a su puerta. «Noté un achaque en la pierna, no le di importancia, hasta que llegó un día en el que no podía andar. Era la misma sensación que la otra vez, no lo dejé pasar y me fui al hospital. La analítica fue muy directa, a las horas ya sabía que volvía a tener lo mismo», explica con madurez el joven.
Así, el pasado mes de junio volvió a entrar en el temido aislamiento, con un tratamiento relativamente nuevo. Pasó nada más y nada menos que 65 días encerrado. Todo un verano. Ahora ya se encuentra en casa, después de haber estado unas semanas yendo y viniendo al hospital a seguir recibiendo tratamiento. Eso sí: la historia no es la misma que la otra vez. Ahora necesita un transplante. Le realizaron una biopsia, cuyos resultados le dirán si el transplante se realiza con su propia médula o con la de otra persona. «La buena noticia sería que lo hicieran con la mía, porque si vas gastando cartuchos, no vuelven. Si se saltan ese paso ya después no se podría, con la mía sería menor riesgo de rechazo», explica. Ojalá la vida le sonría, y Serafín pueda volver muy pronto a ser un joven de 29 años normal. Aunque después de este proceso, la palabra normal no puede definirlo nunca más.
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