Adiós al Videoclub García, el segundo más antiguo de España
«Me paran por la calle y me dicen 'Juan, gracias a ti hicimos las paces' o 'Nos hemos reído mucho' y quienes pedían por bajini 'dame una erotiquilla'»
Todo sorprende. Allí se hicieron las fotos de boda el director Carlos Aceituno y la actriz Cristina Mediero. «¡Ostras, un videoclub abierto!», exclama uno en ... la cuenta de Facebook del Videoclub García, en donde el jienense Juan Antonio, siempre atento a lo nuevo, difunde hasta el último día, también en grupos de whatsapp, la última película que le ha entrado, ahora en DVD y cuando empezó en videocasete 2.000, Beta o VHS. Discos que ahora vende a un euro porque este mes cierra el videoclub más antiguo del país después del legendario Instan, en L'Eixample barcelonés, 'el primer videoclub de España', como se publicita, y que acaba de vender 1.000 películas de su archivo de 47.000 para poder sobrevivir.
Porque la vida de los videoclubes en este siglo son historias de supervivencia. Su vida por lo general fue breve pero intensa, en las décadas de los ochenta y noventa del siglo pasado y siempre presionados por la evolución tecnológica del audiovisual doméstico y por la piratería. Como en su día los populares vídeos comunitarios, las copias («Todo el mundo tenía un cuñado o un amigo que te grababa películas»), el 'top manta' o las descargas en Internet. Y, más recientemente, las plataformas – «absolutamente legales», aclara Juan Antonio García – que dieron la puntilla al alquiler, sobre todo a raíz de la pandemia, aunque el videoclub tenía las películas a los tres meses de estrenarse y antes de que llegaran a las plataformas.
Cine en casa
Instan y García nacieron en 1981. Leopoldo Calvo-Sotelo presidía el Gobierno y Naranjito ya jugaba en 'Fútbol en acción'. Los videoclubes llevaron el cine a casa, algo que hoy es lo más común pero que entonces fue una revolución. Y por 350 pesetas (menos aún con bono) las películas nuevas.
Videoclub García ha llegado a tener 15.952 socios y 2.700 títulos. Su primer local, en la misma calle Manuel Jontoya (a espaldas de la Catedral), se quedó pequeño y se mudó a la vecina calle Mesa, ya con 200 metros. Eran la época dorada y Jaén tenía 35 videoclubes. «Hace tiempo que ya no se alquilan películas y en los últimos años se vendía muy bien de segunda mano, a dos o tres euros, que ha sido lo que me ha salvado. La gente a la que le gusta el cine quiere tener la película, tocarla», explica.
Pero hay muchas casas que ya no le sirven títulos. 'Napoleón', por ejemplo, no la van a sacar en DVD, o lo hacen muy tarde. «Y si no tengo novedad, no funciona la cosa. En el cine porno también han cerrado la puerta las casas más importantes, cuando llegó a ser el 30% del negocio», recuerda. De ahí que haya decidido no esperar a la jubilación (tiene 62 años) y alquilar el local.
Inicio, nudo y desenlace
Relojero de profesión, Juan tiene un carácter acorde, metódico, previsor y comerciante, que le ha valido para mantener un negocio 43 años llenos de cambios y amenazas, ampliando el mismo a figuras de personajes del cine, artículos relacionados con las películas de moda o videojuegos. «La clave ha sido traer novedades y, cuando no venían a Jaén, irte a Madrid a por ellas. Estar al día, ser muy constante, hacer muchas horas, abrir incluso algunos domingos, servir 'pelis' a muchos municipios y, sobre todo, que te guste lo que haces», responde.
Todo eso y su afición al cine - su favorita es 'Cinema Paradiso', que ha visto una decena de veces y siempre le emociona - , que le llevó con 19 años, cuando trabajaba en la relojería con su padre, a ir a Madrid y comprar 50 películas que vendió y alquiló en un solo día. «Nos dimos cuenta de que había negocio». Hasta ahora, que va a bajar la persiana.
«Pues siento una sensación agridulce y la verdad es que no sé cómo voy a reaccionar ese último día», contesta. ¿Y qué le dicen sus clientes? «Pues me estoy sintiendo muy querido. Me lo decía la gente antes pero no me lo creía. Me paran por la calle, me dicen que han crecido con mis películas, 'Juan, gracias a ti hicimos las paces viendo una película de sentimientos', o 'Nos reímos mucho con tus películas', y recuerdo a aquellos que te pedían por bajini 'dame una erotiquilla'».
Era otra forma de ver cine, «más en familia o con amigos, ahora cada uno tiene su pantalla». «El cine en casa era una forma de socializar, de hablar. Me lo comenta mucha gente», dice. Aunque también había discusiones por ver quién elegía la película y a veces tenía que mediar y hacer de «psicólogo». «Eran otros tiempos». Y ahora que echa el cierre siente que con sus 'pelis' ha contribuido a entretener y a mostrar otras vidas e historias. «Un servicio público también», concluye.
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