Trump apoya ahora publicar los archivos de Epstein
Aunque el Congreso estadounidense apruebe la Ley de Transparencia sobre esta red sexual, el presidente puede ejercer al final su derecho de veto
Si no puedes con tu enemigo, alíate con él. Esa ha sido la estrategia de Donald Trump en el caso de Jeffrey Epstein, un pederasta ... convicto que prostituía a adolescentes para ganarse los favores de sus amigos poderosos. Después de meses intentando frenar la votación de la Cámara de Representantes, que obligaría al Departamento de Justicia a entregar todos los documentos sobre la investigación en la que aparece su nombre, el presidente estadounidense dio el domingo por la noche un giro estratégico. «El Comité de Supervisión de la Cámara puede tener todo aquello a lo que tenga derecho legalmente, ¡me da igual!», escribió en Truth Social.
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La maniobra tiene trampa: Trump sabe que, incluso si se aprueba en la Cámara Baja, es altamente improbable que obtenga en el Senado los 60 votos necesarios, porque eso requeriría del apoyo de 13 republicanos. Y, con todo, si eso ocurriera, el presidente tiene siempre la última palabra a la hora de firmar las leyes, pudiendo ejercer el derecho a veto. Los procedimientos se le escapan a las bases, entre las que su resistencia a cumplir con lo prometido ha sembrado desconfianza.
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Ante la creencia de que la publicación de esos archivos expondría la perversión de los altos cargos demócratas y empresarios de su esfera, ratificando así las teorías conspiratorias de QAnon, el presidente había dado carnaza a sus seguidores durante la campaña. Una vez en el poder, su fiscal general, Pam Bondi, ahondó en «el camión» de archivos judiciales sobre el 'caso Epstein'. Según el diario 'The Wall Street Journal', en mayo, durante una reunión en la Casa Blanca, altos funcionarios del Departamento de Justicia le informaron de que su nombre aparecía «múltiples veces» a lo largo de la investigación, además de otros personajes muy conocidos. Aunque ninguna de esas referencias se asociaba con delitos que ameritaran continuar la investigación, para el presidente todo cambió. Se le vio cada vez más nervioso cuando se le preguntaba por el asunto y su gobierno empezó a dar largas.
El portavoz del Congreso, Mike Johnson, llegó a dar vacaciones a toda la Cámara Baja durante el cierre de gobierno y pospuso dos meses la jura de la representante de Arizona Adelita Grijalva para evitar así que el Comité aprobase llevar al pleno de la Cámara Baja la votación de la Ley de Transparencia sobre los Archivos Epstein. Grijalva fue jurada en el cargo la semana pasada, por lo que el momento se volvió inevitable.
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El magnate ha estado meses tratando de frenar el trámite que permite sacar a la luz los secretos del empresario pederasta
Todavía el presidente presionó la semana pasada a varios congresistas de su partido para que abandonaran «la patraña» del caso Epstein, a través de llamadas telefónicas, publicaciones en las redes sociales, amenazas y hasta reuniones personales en la Casa Blanca, a donde conminó a la congresista de Colorado Lauren Boebert. En la encerrona admitida por la portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, participó también el director del FBI, Kash Patel.
A la congresista de Georgia Marjorie Taylor Greene, una de las tres mujeres republicanas que apoya la transparencia del caso y su más cercana aliada, la atacó públicamente llamándola «traidora» y prometió apoyar a cualquier aspirante cualificado que la desafíe en primarias para arrebatarle el escaño.
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Ganar tiempo
Taylor Greene no era, ni mucho menos, la única. El congresista republicano Thomas Massie, de Kentucky, al que Trump también ha lanzado el órdago, declaró el domingo en la cadena ABC que al menos «un centenar o más» de republicanos votarán en favor de que la ley se ponga a votación. El portavoz del Congreso ha prometido dar paso esta misma semana al voto preliminar de procedimiento, en lo que puede ser una forma de ganar tiempo para que el presidente afile sus armas de presión y persuasión.
«Empecemos a hablar de los logros sin precedentes del Partido Republicano y no caigamos en la trampa de Epstein, que en realidad es una cruz para los demócratas, no para nosotros». Como prueba de que el 'caso Epstein' salpicará a todos, empezando por el ex secretario del Tesoro de Bill Clinton, Larry Summers, la senadora demócrata Elizabeth Warren ha pedido que la Universidad de Harvard, donde es profesor y presidente emérito, rompa sus vínculos con él.
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«Durante décadas, Larry Summers ha demostrado su inclinación a servir a los ricos y aquellos bien conectados, pero su disposición a acercarse a un delincuente sexual convicto demuestra una falta de criterio monumental», dijo este lunes a CNN. «Si tuvo tan poca capacidad para distanciarse de Jeffrey Epstein, incluso después de todo lo que ya se sabía públicamente sobre sus delitos sexuales con menores, no se puede confiar en Summers para asesorar a los políticos e instituciones de nuestro país, ni para enseñar a una generación de estudiantes en Harvard o en cualquier otro lugar», sentenció la senadora y excandidata presidencial, que también ha sido profesora de Harvard.
La apuesta de Trump es que los archivos de Epstein hagan más daño a sus enemigos que a él mismo, que por lo menos se convierta en el último hombre en pie.
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