La mejor profesora del mundo te enseña a amar los libros
Nancie Atwell ha donado el millón de dólares del premio a la escuela que fundó en 1990 en Maine. Sus alumnos devoran una media de 40 títulos cada curso
fernando miñana
Jueves, 26 de marzo 2015, 00:35
Los chavales del Center of Teaching and Learning (CTL) de Edgecomb, un pueblo remoto del escorado estado de Maine, leen cerca de cuarenta libros cada ... curso, cuando la media nacional apenas llega a los diez ejemplares al año. El secreto de esta voraz pasión por la lectura es su profesora, Nancie Atwell, una mujer que lleva 42 años en el oficio y que acaba de ser coronada en el lujosísimo hotel Atlantis, siete estrellas, 28 plantas, en la Palmera artificial de Dubái, como la mejor profesora del mundo. Atwell se llevó el primer Global Teacher Prize y una recompensa de un millón de dólares (unos 915.000 euros) que ha decidido donar a su escuela que ella misma fundó en 1990.
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La señorita Atwell ganó el trofeo que pretendían otros 5.000 aspirantes, de los que quedaron diez finalistas. La mayoría presentaba el logro, admirable, de haber conseguido llevar la educación a los niños pobres de países como Afganistán, la India, Haití, Camboya o Kenia, pero el jurado cayó rendido ante el método de esta profesora estadounidense que consigue que sus alumnos amen la literatura y la escritura para toda la vida.
Esta creadora de lectores no tiene ningún problema en resolver el misterio, el mismo por el que cientos de colegas han viajado hasta esa esquina del mapa de Estados Unidos para ver de primera mano cómo consigue que chavales de 13 y 14 años, en plena efervescencia, con muchas tentaciones orbitando a su alrededor, prefieran coger una novela. «El secreto es dejar que el niño elija sus libros», explica esta mujer de pelo cano y ojos azules claros. Atwell puntualiza que hasta los alumnos más rebeldes pueden caer rendidos. Es tan sencillo como ponerles en las manos la historia de un futbolista o la de un chico que no hace otra cosa que meterse en problemas.
Los diez finalistas salieron de la criba hecha entre los 50 mejores, entre los que se encontraba un español, César Bona, un maestro de 42 años que trabaja en el colegio Puerta de Sancho, en Zaragoza, y que ha tomado nota de una frase de la vencedora:«Innové sin permiso». Aveces hay que tomar un camino distinto para alcanzar una meta diferente.
Eso ha hecho toda su vida Nancie Atwell, que ya aparecía en artículos sobre educación publicados por The New York Times en 1984, cuando apenas llevaba once impartiendo el magisterio. Porque en el mundo anglosajón, la profesora Atwell es todo un referente que ya había ganado otros prestigiosos premios como el MLAMina P. Shaughnessy o el David H. Russell. Aunque su fama en el sector se debe, sobre todo, a uno de sus libros, In the Middle, elevado ya a la categoría de imprescindible manual de enseñanza después de imprimir la tercera edición y haber vendido más de medio millón de ejemplares.
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Vasta biblioteca
Siempre ha defendido la lectura para convertir a sus jóvenes alumnos en seres más inteligentes, más justos y en personas más compasivas. ¿La clave? «Un niño sentado en una habitación tranquila con un buen libro y rodeado de compañeros leyendo, no es un método de enseñanza muy llamativo o comercial, pero sí la única manera de convertirlo en lector». Para fomentar la lectura todo lo posible, los profesores del CTL cuentan con una vasta biblioteca con miles de títulos. Es fundamental que ellos hayan leído muchos de ellos para saber cuál deben recomendar a cada alumno y así mantener vivo su interés por la literatura.
La maestra estadounidense también pide que las escuelas sean selectivas al introducir la tecnología en las aulas. «Un ordenador les ayuda a escribir más, pero los chicos recuerdan menos cosas de lo que han leído en un ebook que de un libro de papel». Atwell pide que discriminen porque la tecnología debe ser «un medio y no una finalidad».
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Esta mujer lleva en las aulas desde 1973 y ahora, convertida en una repentina celebridad por esta suerte del Nobel de la enseñanza, insiste en que entrar en clase le da «más placer que cualquier otra cosa». Adora los retos y enseñar a la gente joven en el centro que fundó hace un cuarto de siglo, el CTL, donde no hay más de 75 alumnos, entre 16 y 18 estudiantes por clase. El 97% acaban en la universidad. Un éxito. «Esta carrera exige tiempo y energía, pero está llena de significado, vale la pena y es interesante. ¿Qué trabajo podría ser más satisfactorio?».
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