13-N, la herida que aún supura en Francia
Diez años ·
París se prepara para conmemorar el peor atentado del Estado Islámico en suelo europeo. Víctimas y familiares siguen con su doloroso proceso de reconstrucción y decididos a preservar la memoriaIntenté correr en línea recta, pero tuve que hacer zigzag para esquivar los cadáveres que había en el suelo. No podía parar de correr». La ... dibujante Catherine Bertrand recuerda de manera fidedigna el horror vivido ese fatídico viernes por la noche. Era el 13 de noviembre de 2015 y Francia sufrió los atentados más sangrientos del Estado Islámico en Europa. Hasta 130 personas murieron y más de 400 resultaron heridas en esos ataques contra el Bataclan, las terrazas de París y el Estadio de Francia en Saint-Denis, en la periferia norte de la capital.
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Bertrand, de 45 años, se encontraba justo en la sala de conciertos, donde perdieron la vida hasta 89 de las víctimas mortales de esa matanza, perpetrada por un comando de ocho yihadistas, de los cuales solo sobrevivió el francés Salah Abdeslam. La autora del libro 'La Crónica de una Superviviente' no ha olvidado el momento en que esa noche de goce musical, en medio de un concierto de la banda californiana Eagles of Death Metal, se convirtió en un infierno que ha marcado el resto de su vida.
«Primero, pensábamos que se trataba de petardos, pero no lo eran», explica esta superviviente, que estaba en el Bataclan junto con su novio, en declaraciones a este medio. «Otros asistentes nos dijeron de irnos de allí, de escondernos. Rápidamente nos encontramos amontonados en un hueco en la parte inferior de la escalera. Había movimientos de la multitud impresionantes. Y al cabo de media hora de estar allí atrapados, logramos salir a través de una puerta de emergencia», recuerda sobre esa noche que cambió el resto de su vida.
Francia se prepara para conmemorar el próximo jueves los peores ataques yihadistas de su historia. Además de la fecha simbólica, este aniversario tiene una transcendencia especial al coincidir con la inauguración de un pequeño parque memorial (el jardín del 13 de noviembre), situado justo enfrente del Ayuntamiento de París. La municipalidad también ha pedido a los parisinos que depositen flores y velas en la monumental plaza de la República, que se encuentra cerca de varios de los lugares ensangrentados ese viernes imposible de olvidar para muchos ciudadanos galos.
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«En términos de conmemoración de un ataque terrorista -y dejando de lado las manifestaciones en respuesta a un atentado como la impresionante marea humana del 11 de enero de 2015-, es seguramente la más importante que ha habido en Francia», explica el historiador Denis Peschanski, profesor en la Universidad de Caen y director del ambicioso estudio universitario '13-Novembre'. «Hay muchos supervivientes y familiares de víctimas que prácticamente no se habían expresado durante la última década y que ahora se ponen en contacto con las asociaciones para decirnos que quieren participar en los actos» del jueves, añade Dominique Kielemoës, presidenta del colectivo de víctimas 13onze15 Fraternité et Vérité.
Los actos del décimo aniversario, que se celebrarán enfrente de cada uno de los lugares ensangrentados, representarán un momento de intensa emoción para los supervivientes y familiares. Pero también se trata de una etapa fundamental para la memoria colectiva de ese acontecimiento, así como en el difícil proceso de reconstrucción personal para muchas de las víctimas. Durante el juicio a Abdeslam y a 19 cómplices de ese comando, celebrado entre 2021 y 2022 y en que todos ellos fueron condenados -incluyendo la cadena perpetua para Abdeslam-, 2.400 personas se constituyeron como partes civiles. Lo que refleja el elevado número de afectados por esa matanza.
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Un antes y un después
Además de las heridas físicas, esas acciones yihadistas «dejaron numerosas dolencias psíquicas y muchos de los afectados sufrieron estrés postraumático, y aún lo sufren en la actualidad», asegura Peschanski, autor del libro 'Faire face : les Français et les attentats du 13 novembre 2015'. «No resulté herida físicamente ni perdí a ningún ser querido, pero a partir de ese momento hubo un antes y un después en mi vida. Considero que desde entonces estoy viviendo una segunda vida, una vida de bonus», afirma Bertrand. Para superar el estrés postraumático que sufrió, tuvo que recurrir a terapias psicológicas y psiquiátricas, «y aún sigo tratándome en la actualidad», añade la vicepresidenta de la Asociación francesa de víctimas del terrorismo.
Christophe Naudin es profesor de historia en un instituto en Arcueil, en el sur de la región capitalina. El 13 de noviembre de 2015 no solo estaba en la sala de conciertos, sino que allí perdió a su amigo Vincent. El autor del libro 'Journal d'un rescapé du Bataclan' reconoce que esa experiencia trágica alteró su carácter. «Desde entonces, me he vuelto más melancólico y pesimista. Me resulta imposible imaginarme el futuro de manera positiva», declara este docente, que pasó dos horas escondido en un cuartito durante la toma de rehenes. La mirada llena de odio de un terrorista, las llamas de las ráfagas de disparos de un Kaláshnikov… Fueron algunas imágenes que recordó de manera obsesiva durante años.
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A eso se le sumó el haber desarrollado un tipo de claustrofobia, «que me obliga a bajarme del metro cuando va demasiado lleno de pasajeros». También sufre desde entonces un dolor crónico en un brazo, «que parecía haber desaparecido, pero ha vuelto estos últimos meses» a medida que se acercaba la conmemoración. Para superar las repercusiones psíquicas de ese momento traumático, ha desarrollado una curiosa pasión por los pájaros, que se dedica a observar y fotografiar en el campo. En el caso de Catherine Bertrand, el hecho de dibujar y su actividad asociativa la han ayudado a superar el 'síndrome del superviviente', sentimiento de culpa que sienten muchos de los que no mueren en un atentado.
Las heridas invisibles
«La historia de mi hijo me obliga a deciros que deberíamos entender mejor las heridas invisibles», advirtió hace cuatro años durante el juicio de los atentados Alain Valette. Su hijo Guillaume fue uno de los supervivientes del Bataclan, pero en otoño de 2017 se colgó en la habitación de la clínica psiquiátrica donde lo habían ingresado pocos meses antes. Al menos otras dos personas afectadas directamente por ese frenesí terrorista se quitaron la vida desde entonces, lo que aumentó el balance oficial de muertos del 13-N.
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130 personas
murieron y otras 400 resultaron heridas en los ataques yihadistas de París.
Aparte de los supervivientes, los familiares también arrastran un sufrimiento prácticamente indeleble. «Lloro solo casi todas las noches», reconoce Michel Delplace, quien perdió a su hija Elsa y su primera esposa Patricia en el Bataclan. Allí también estaba uno de sus nietos que, tras el hermetismo de su infancia, ahora que tiene 15 años empieza a expresar ese trauma.
Este jubilado, de 75 años, explica que, tras la muerte de su hija, empezó a guardar todos los objetos de ella en una maleta. «Me pasaba todo el día reuniendo sus documentos y fotografías y los guardaba allí, sin ningún criterio. Solo a partir de este año me vi con fuerza de seleccionarlos y cerré definitivamente esa maleta, a la espera de que algún día su hijo (y mi nieto) se vea con fuerzas de abrirla», cuenta.
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Dominique Kielemoës trabajaba como profesora de secundaria hasta ese fatídico viernes. Desde entonces «»uve que dejar esa profesión que tanto me gustaba, ya que no me veía con fuerzas de estar delante de adolescentes», explica la madre de Víctor Muñoz, un francés que había nacido y pasado su infancia en Barcelona y al que esos yihadistas arrebataron la vida con 24 años, mientras cenaba con unos amigos en la terraza de la Belle Équipe. Desde entonces, su madre ha dedicado buena parte de su tiempo a las tarea asociativa al frente de 13onze15 Fraternité et Vérité.
Este colectivo no solo apoya a las víctimas y defiende el recuerdo de aquellos que fueron asesinados. También defiende la preservación de la memoria colectiva de unos ataques que marcaron la historia reciente de Francia. Un recuerdo ha evolucionado de manera considerable durante la última década. De hecho, Peschanski advierte del efecto contraproducente de que a menudo se hable de ellos como 'los atentados del Bataclan'. «Esto comporta que se olvide a los que murieron o resultaron heridos en las terrazas y en los aledaños del Estadio de Francia. Esas víctimas sufren un doble castigo», alerta.
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Según este experto, ese frenesí yihadista dejó una profunda huella en la sociedad gala. «Hubo entonces una movilización en defensa de los valores republicanos, heredados del legado de la Revolución Francesa y del ideal de una República laica y universal. Pero estos últimos diez años hemos observado una atomización creciente de la ciudadanía y un rechazo creciente del otro», analiza Peschanski. Sin duda, hubo un antes y un después en Francia de esa fecha que conmovió al mundo.
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