Empató el Granada en Villarreal. Y fue un gran partido de fútbol aunque a veces se confundiese con otra cosa. El deporte rey se ... está desnaturalizando a pasos agigantados. La llegada del VAR tiene mucha culpa de ello. Todo se revisa. Todo se cuestiona. Sin un criterio claro. Defendí la llegada del vídeo arbitraje para corregir y detectar aquellas jugadas que se escapaban a la vista de los árbitros. Pero, con el tiempo, está consiguiendo tener más críticos que partidarios del mismo. Se sancionan jugadas inexplicables y se dejan sin castigo otras que lo merecen. El fútbol se está convirtiendo en baloncesto. Se penaliza y prioriza el contacto, de cualquier forma, aunque éste sea levísimo. Demasiadas interpretaciones, innumerables incoherencias. El que ha jugado a este deporte se echa las manos a la cabeza viendo ciertas decisiones.
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El Granada lo sufrió en tierras castellonenses. Se salvó de un penalti bastante claro por mano de Duarte que no detectó el VAR pero éste sí castigó un contacto de Foulquier y otro casi inapreciable de Eteki que provocó las iras de los rojiblancos. Sacó tanto de quicio el árbitro a ambos equipos que Diego Martínez y Emery se enzarzaron en una trifulca tensa y evitable al finalizar el encuentro. Al vasco se le leyó la palabra vergüenza en sus labios. Al vigués, la palabra robo. La amistad se pone a prueba cuando hay una victoria en juego. Y más si el discípulo se sube a las barbas de su otrora maestro.
El Granada cierra la primera vuelta con 28 puntos. La mayor conquista de toda su historia en Primera. Y lo hace tras 31 partidos disputados en cuatro meses que le han permitido ser séptimo en Liga. Estar clasificado para dieciseisavos de la Europa League. Y en octavos de la Copa del Rey. Una auténtica barbaridad. Una auténtica pasada para un equipo de leyenda. A pesar del VAR.
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