Los antidepresivos tienen efectos secundarios: por ejemplo, un testarazo de Germán en el 92 te quita cualquier dolor del alma, pero te deja afónico – ... y con la vajilla menguada si coincide con la sobremesa–. De haber público, muchos abandonaríamos el estadio tras el gol de Okazaki. Se escucharían barbaridades contra el equipo por vomitorios y escaleras, y con un pie en los aparcamientos se hubiera cantado el 2-3 a media voz Entonces uno se daría la vuelta para ver lo que restara de partido. Y, de repente, una falta bien botada, un remate de cabeza… y acabas subido a caballito sobre las espaldas de un desconocido que intenta besarte mientras chillas el gol como un marrano en San Martín.
Publicidad
Y tiemblan Los Cármenes, epicentro del seísmo, cuando un matrimonio de jubilados de El Zaidín, que sesteaba con 'Salud al día' de fondo –'los beneficios de comer aguacates de Motril en las playas de Huelva con una camiseta del Cádiz puesta del revés'–, es despertado por el estruendo y ella le comenta: «¡Cuchi, Juanillo, otro terremoto!». Pero no saben nuestros ancianos que el seísmo no es fruto de un movimiento de placas tectónicas, sino del roce del cataplín diestro con el zurdo de un defensor del Granada, al que la molestia testicular se le ha subido a su goleadora cabeza. Y la onda sísmica alcanza Madrid dejando mudas las bocas de Tebas y Petón, y llega hasta el Pirineo oscense y vuelve como un bumerán hasta el coso iliberitano.
Perdonen la fantasía, la emoción; pero yo venía aquí a rajar de este equipo y a comentar que más que fatiga física, lo que acusaba era un cansancio moral, una falta de confianza, y que menos trabajo en el gimnasio y más en el diván; pero la reacción de la cuadrilla de la 'Eterna Lucha' dio al traste con mis argumentos. Solo un puntito, sí, pero qué puntazo: un punto de sutura, un punto de inflexión.
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión