Patricia Rodríguez, hasta este miércoles directora general del Granada, durante la presentación de Aitor Karanka. PEPE MARÍN
Granada CF

La sonrisa que apenas sobrevivió a Nápoles

fracaso ·

Patricia Rodríguez llegó al Granada con retos mayúsculos por delante y ninguno ha sido superado

Miércoles, 1 de junio 2022

Una extraña, sin más que su sonrisa y una maleta cargada de ilusiones, se bajaba de un autobús que aún le era ajeno y pisaba ... con firmeza suelo napolitano. Se sabía en el centro de un mar en calma, navegando en el mejor Granada de la historia. De Patricia Rodríguez ya se había escrito mucho antes incluso de que se rubricara su llegada a la entidad nazarí. Avalada por su modélica gestión económica en el Eibar y el Elche, tenía la mayúscula misión de coger las riendas de un club puesto en marcha por otros a los que había de desplazar a un segundo plano. Y no era sencillo, pues en lo deportivo cabía poco margen a la mejora inmediata.

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De su mano, el club debía garantizar su sostenibilidad aún con el covid a las espaldas, la deuda con los Pozzo y la irremediable sensación de que las posturas de los que comandaban el día a día del club desde la ciudad alhambreña y la propiedad asiática estaban cada vez más lejos.

Ese era el contexto cuando Patricia Rodríguez aterrizó como una extraña en el Granada en la semana más importante a nivel europeo de su historia. Nápoles fue la prueba de que aquel puesto de consejera delegada evolucionaría tan pronto como se desbancara a Fernández Monterrubio. Era la persona de confianza.

Abanderada de las cifras y el marketing, reconociendo incluso que el mundo del fútbol le había llamado la atención no hacía mucho, su primer reto era claro: cuadrar cuentas y convencer a Diego Martínez para que el mejor entrenador del club en 90 años siguiera alguno más. Siempre que abordó cualquier pregunta al respecto, esbozó una gran sonrisa. «Haremos todo lo posible para que Diego continúe», afirmó.

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Fueron pasando los días y la continuidad del técnico seguía en el aire, por lo que su sonrisa, cegadora en Nápoles, se fue apagando progresivamente. La seguía mostrando, pero tras ella no iba a llegar la noticia esperada.

Aunque se sucedían reconocimientos y logros –dos veces seguidas entre las 100 empresarias y directivas de mayor éxito– que afianzaban su elección, la marcha de Diego Martínez fue su primer gran fracaso. Al gallego no le convenció el proyecto, quiso dar por cerrada una etapa y ni la intermediación de Patricia ni el crecimiento deportivo y social de los horizontales consiguieron hacerle cambiar de parecer.

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Ya sin el 'triunvirato' que llevó al Granada de Segunda a Europa y con la compañía de Sophia Yang, fue el rostro de una transición deportiva que ya se sabe cómo ha acabado. El pasado verano se actuó con torpeza en cuanto a tiempos, hubo diferencias a la hora de afinar el tiro en lo deportivo y Patricia vio que ese mar en calma ya era un huracán.

Mientras, se seguía ajustando la realidad económica del club con recortes. «A veces tomo decisiones no muy populares pero que entiendo que son las mejores», comentó para FIFA en una entrevista. Aunque salieron nombres más afines a su pasado tanto en la dirección deportiva como en el banquillo, se apostó finalmente por Robert Moreno y Pep Boada, a la postre otros dos fracasos en la gestión de la directiva rojiblanca. Por mucho que el puzzle económico fuese encajando, al final el fútbol es un mundo que depende de que una pelota entre donde debe hacerlo.

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Desgastada su relación con la propiedad del club tras la destitución de Robert Moreno, que acometió otro duro golpe sobre las arcas, parecía obvio que la sonrisa se había apagado. Probablemente, ni la permanencia lo hubiera cambiado. Ahora solo queda una extraña con su maleta.

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