Ramos se anticipa ante Arezo. LOF
La crónica

Al Granada solo le falta la puntilla

La derrota en el Pizjuán le deja con pie y medio en Segunda, tras un partido sin filo que se le marchó pronto

Domingo, 5 de mayo 2024

Al Granada solo le queda la puntilla para ceder de una vez por todas y desangrarse en su abandono de la Primera división. Intentó ser ... tan respondón como últimamente en el estadio Sánchez-Pizjuán, pero el Sevilla picó pronto y todo se le complicó. Los hispalenses marcaron los tiempos con paciencia ante un contrario afeitado, con muy malas opciones en sus llegada al área contraria. Un resultado corto le agarraba a la contienda, pero los de Quique Flores fulminaron con un ataque relámpago y a los nazaríes apenas les quedaron algunas intentonas aisladas, ya bajo riesgo, por orgullo pero sin calidad ante un adversario superior, que pasó por problemas durante el curso, pero que se ha estabilizado con un entrenador metódico y experimentado. A falta de doce puntos, la orilla de la permanencia está a once unidades para los rojiblancos.

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El de Sandoval está siendo un epílogo endulzado, como esas películas románticas en la que uno de los enamorados sabe que se va a morir irremediablemente, pero aún así aprovecha cada segundo para expresar sus sentimientos hasta expirar. A este Granada le llegaba para lo que le llegaba. No era el desastre y la confusión de hace unos meses, pero resultaba utópico pensar que sería capaz de ganarlo todo por puro arrojo mientras los demás, los otros que persiguen la salvación, caían del árbol como la fruta madura. Sin margen de error, cualquier fallo podía colapsar el sistema. Acuña descorrió la cortina y con el Sevilla por delante, todo se facilitó para los de Nervión.

Sevilla

Nyland; Jesús Navas, Badé, Sergio Ramos, Kike Salas (Nianzou, m. 74), Acuña; Soumaré (Jordán, m. 90), Agoumé, Ocampos (Véliz, m. 84); Lamela (Lukébakio, m. 74) y En-Nesyri (Hannibal, m. 84).

3

-

0

Granada

Batalla; Bruno Méndez, Miguel Rubio, Ignasi Miquel, Carlos Neva; Gerard Gumbau (Gonzalo Villar, m. 77), Sergio Ruiz (Hongla, m. 62), Pellistri (Corbeanu, m. 87), Józwiak; Matías Arezo (Uzuni, m. 62) y Lucas Boyé (Melendo, m. 77).

  • GOLES: 1-0, m. 11: Acuña; 2-0, m. 51: En-Nesyri; 3-0, m. 80: Lukévakio.

  • ÁRBITRO: Busquets Ferrer (comité balear). Amonestó al local Badé (m. 93); y amarillas a los visitantes Sergio Ruiz (m. 38), Miguel Rubio (m. 54; acarrea suspensión).

  • INCIDENCIAS: Partido correspondiente a la jornada 34 de LaLiga EA Sports, disputado en el estadio Ramón Sánchez-Pizjuán, ante 32.658 espectadores.

Llegaba el Granada cogido por pinzas y agarrado a un tendón, el de Uzuni. Si el dolor se adentra en lo insoportable, el albanés descansa en el inicio, como en Bilbao, lo que obliga a Sandoval a idear soluciones. Apostó por Matías Arezo, que pasa por ser el menos uruguayo de los uruguayos, del que todavía se espera esa eclosión goleadora que experimentó en la vuelta a su país por su juventud. Entre sus frecuentes momentos de indolencia, unidos a los de imprecisión, pasó por el partido sin pena ni gloria. Europa se le sigue haciendo bola.

Tuvo que espabilar el delantero en una acción con Agoumé, consciente de que si no ponía su físico al máximo, le iban a atropellar y los árbitros no siempre pitan mijitas. Iba con muchas ganas Pellistri por la derecha, solidario también como Józwiak en el otro lado para evitar que el Sevilla se desplegara. Generaba mucho desconcierto Lamela como mediapunta, pues nadie le echaba el lazo encima y pululaba formando sociedades. Se plantaban bien los nazaríes cuando apareció Jesús Navas con uno de esos centros deliciosos que reflejan una carrera magnífica. Combó el balón de manera precisa para que Acuña apareciera a la espalda de Bruno Méndez para cabecear. De carrilero a carrilero, y a la cazuela.

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Llevaba unas jornadas el Granada sin plantarse ante una situación así en el marcador, pero no decayó como solía, pues si por algo se caracteriza esta etapa es porque se relativizan los golpes y se optimizan las cualidades. Probó Arezo un tiro bastante manso que atrapó Nyland y siguió con el resto en la intentona de apretar las cuerdas al Sevilla. De hostigar, con la zaga adelantada y muchas anticipaciones, forzó muchos errores de los locales, que especulaban con el resultado, sin prisas, fiados a su defensa.

Gumbau lo intentó a la distancia y Józwiak salió a trompicones desde el carril para dejar a tres rivales atrás y chutar con roce en Ramos, que no cogió puerta por poco. El árbitro anuló después un gol de Pellistri porque la pelota abandonó el campo antes de la finalización.

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De tanto apretar, brotaban las llegadas, pero Boyé derramó una clamorosa al filo del descanso. Contribuyó a su origen Arezo, que se apoyó en el argentino, pero este se cegó en devolvérsela a su compañero de ataque, mientras ignoraba que Pellistri iba solo por la derecha, con la portería de cara. A Boyé no le quedó otra que disculparse con el extremo.

Sandoval dio ánimos a los suyos uno a uno, como hacía el mítico Aimar. Golpes en el pecho, miradas penetrantes y refuerzo anímico para pugnar por la remontada que el de Humanes veía posible. El técnico transmitió persistencia en las intenciones y el Granada siguió con su acoso cuando pudo, pero sin perturbar a Nyland. El Sevilla amagaba con dormitar, la típica trampa del felino para que la gacela se confiara porque, en cuanto pudo, varios arrancaron al ver mucho verde delante, desprotegido. Atacaron con una velocidad tremenda y se lo terminaron de cocinar entre Ocampos y En-Nesyri.

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Miguel Rubio, que vio la quinta amarilla y no estará con el Madrid, se llevó un golpazo en la nariz del centurión Ramos, muy dado a aplicar su particular ley marcial. Sandoval trató de muscular el centro del campo con Hongla por un tocado Sergio Ruiz e imploró a Uzuni que forzara una media hora al menos para la causa por dolor que tuviera, pero no hubo abastecimiento.

El Sevilla manejaba los tiempos con cierta comodidad. Empezó a abrumar con el esférico y a encontrar rendijas entre un Granada erosionado, sin colmillos. Más que el 2-1, pareció muy próximo el tercero de los anfitriones. Un periodo crítico en el que, una vez más, los nazaríes se encomendaron a Batalla. No obró el milagro el cancerbero cuando apareció sobre el tapete Lukévakio, que invitó a bailar a Neva y lo convirtió en peonza.

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Se repetía en el luminoso de Los Cármenes. Por entonces, se estrenaba Quique y se vivía en aquel valle con Alexander Medina. Este Granada parecía otro, estaba compitiendo con decoro, pero en Sevilla encajó temprano y se le hizo profunda la noche, sin nadie que la arreglara, por más giros que diera Sandoval. La despedida ya sí es inminente.

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