Un proyecto en huida hacia adelante

La destitución es un fracaso de la apuesta conjunta de la propiedad y la dirección general para suceder a Diego Martínez. Paciencia ha habido, no cabe duda, aunque a Robert siempre le quedará el consuelo de decir que se le echó sin que el equipo estuviera en descenso. La dirección deportiva tragó con su fichaje cuando ya estaba ultimado. Desde hace meses, estos ejecutivos mostraron desavenencias con su trabajo, pero entre altibajos la papeleta se fue salvando hasta fijar un punto de no retorno en Mestalla. Evitar el despido suponía eludir la asunción de responsabilidades por parte del consejo de administración y librarse de un gran finiquito, no tan impresionante como se ha llegado a especular pero sí cuantioso para una economía ya afectada por el gasto invernal, que no se terminó de equilibrar al frustrarse la venta de Machís.

La salida de Robert quita el filtro que protegía a la cúpula de mando hasta ahora, que se expone al juicio de la grada. A Torrecilla y Mainz no se les puede cargar con responsabilidad extra. Son gente de la casa que intentará cumplir el objetivo y evitar que se incorpore a otro entrenador. Necesitan el respaldo popular. El proyecto huye hacia adelante, pero sigue quedando la impresión de que, sin bloqueo mental, estos futbolistas pueden salvar al equipo, aunque el resto de rivales haya espabilado.