Un Granada algo 'diegomartinizado'

Con el actual cuerpo técnico se han recuperado viejas costumbres que cundían en la etapa de mayor éxito del club. Es un Granada algo 'diegomartinizado'. Se percibe en detalles, como en el hecho de picar al grupo con apuestas en los distintos juegos, que luego sirven para recaudar fondos para comidas de equipo. Otras son disciplinarias, pero también fomentan el sentimiento de pertenencia. Nada de móviles cuando la plantilla esté en común en las concentraciones, visible sobre todo en el comedor, en el que todos se esperan, incluso para desayunar. En el vestuario, se han recuperado eslóganes del pasado reciente. Mensajes como «perseverancia», «trabajo» e «ilusión» adornan las paredes. También algunas estampas religiosas para los creyentes, como una imagen de la Virgen del Rocío que data de cuando Javi Varas estuvo en la entidad.

Queda la sensación de que Torrecilla y su gente, que tienen sus particularidades tácticas, aprecian ese modo de gestión que va de la mano de la exigencia. En las últimas semanas, los fisioterapeutas tienen faena porque se está normalizando que los jugadores acaben las sesiones con algunas molestias, fruto de la necesidad de darlo todo en los entrenamientos para ganarse el puesto. Que haya tocados nunca es bueno, pero a veces es indicativo de que se está poniendo el máximo. Parece que son compatibles los momentos divertidos que se ven en algunas prácticas con la seriedad de exigirse a tope.

Torrecilla intenta cuidar a quien más lo precisa. Este sábado llegó al césped junto a Machís. Le necesita. Con los capitanes se entiende, siempre ayudado por la mediación de Mainz, figura respetada. El grupo está trabajando duro, pero necesita un resultado favorable. Ansía que, con el Rayo, sea contundente. Por la afición y por sus miembros, humillados en Vallecas.

Mientras en lo deportivo el Granada trata de avanzar, en lo judicial afrontó hace unos días un asunto del pasado: el juicio por el despido de Paula de la Peña. Se espera una indemnización aunque no tan importante como la que tuvo Antonio Monterrubio, al que no encontraron las tachas que en su día se insinuaron.