Orellana no ha perdido ninguno de sus reencuentros con el Granada
El chileno se ha medido a los nazaríes en siete partidos desde su salida, sin derrotas y con una exhibición para dejar el Eibar en la última ocasión
Jueves, 19 de noviembre 2020
Este domingo regresa a Granada Fabián Orellana uno de esos pocos jugadores que alterna dos apodos. Fuera del terreno de juego, es 'El Mudo ... ', un jugador reservado, introvertido y poco dado a hablar con la prensa. Pero con las botas de tacos puestas, se convierte en 'El Poeta', dejando que su otro mote pase a un segundo plano, pues con el balón habla todo lo que sin él de por medio calla.
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Desde este verano en el Valladolid, el chileno trata de aportar su experiencia –no es poca cuando va camino de los 35 años– y toda su inventiva, los ilimitados recursos ofensivos que contienen sus 171 centímetros de altura y que en Granada se conocen bien. Desde que se marchó en enero de 2013 del cuadro nazarí, Orellana ha jugado siete encuentros ante el Granada, ganando seis y empatando uno.
Para recordar sus mejores días sobre el césped de Los Cármenes no hace falta remontarse a la época que pasó a las órdenes de Fabri. Basta con retroceder en el tiempo cinco meses. El enganche sacó brillo a su apodo más literato para relatar verso a verso un asalto a Los Cármenes. El chileno fue un dolor de muelas para los de Diego Martínez y el Eibar, que llegaba con dos días menos de descanso en las piernas, bailó a la zaga nazarí al ritmo que a Fabián Orellana se le antojaba. Aquella victoria (1-2) de los armeros fue, sin embargo, el último encuentro del internacional de 'La Roja' al servicio de Mendilibar. No amplió su contrato –acababa tres días después– y firmó por el Valladolid, sin disputar los seis duelos que restaban de Liga.
Y es que el rapsoda ha tornado en 'El Mudo' a la hora de cambiar de camiseta. El chileno completó en 2010 un año muy ilusionante en el Xerez siendo propiedad de Udinese: no consiguió la permanencia en Primera, pero sí la llamada de la Chile de Bielsa para el Mundial que acabaría levantando Casillas. Meses después recalaba cedido en el Granada. En Los Cármenes aún se le recuerda como un imprevisible genio, quizá incomprendido, capaz de lo mejor y de lo peor. Fue fundamental en el ascenso a Primera, protagonizando muchos de los momentos de más calidad que se vieron aquel año y también la sombra de tres expulsiones.
No cuajó a pesar de su protagonismo y salió cedido al Celta, del que había sido verdugo y con el que brotó de nuevo su mejor versión. Le valió el regreso al Granada de Anquela. La tinta rojiblanca se le acabó y volvió a Vigo para continuar con su poemario. Fueron sus mejores años, llegando a traducir su fútbol para todo el continente europeo. Cinco veces defendió el escudo del Celta ante el Granada, ganando cuatro partidos, empatando uno y anotando un gol en Los Cármenes. Luego tuvo un fugaz paso por Mestalla y, como valencianista, también venció al Granada (1-3) en 2017. Cierra este eficaz ejemplo de la 'ley del ex' su último partido como jugador del Eibar.
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