La temporada ha supuesto para los granadinistas un viacrucis. No resulta agradable cargar durante diez meses con la dicotomía de la permanencia y el descenso ... desde el pitido inicial del primer partido. Una temporada que ha supuesto una quiebra de emociones, tras el final apoteósico de la anterior, que deberían ser recuperadas de manera inmediata.
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El partido frente al Celta fue tan extraño como lo fue toda la temporada. Un Granada vulnerable en algunas fases del encuentro que, sin embargo, pudo levantar el resultado en otras. Lagunas defensivas groseras y desaciertos ofensivos que los contrarios suelen materializar sin despeinarse, como hizo el equipo vigués con dos zarpazos.
Fue un partido que al menos sirvió para representar el adiós definitivo de un jugador de pertenencia como es Antonio Puertas, profesional de trayectoria intachable, y el de Víctor Díaz, convertido al granadinismo por convicción, mereciendo ambos el reconocimiento de todos.
Pero la ilusión en el fútbol se recupera en las pretemporadas. Es como volver al punto de partida. Al camino correcto. A un nuevo amanecer en el que surgirán renovadas ilusiones con fichajes de nombres o sobrenombres altisonantes y mediáticos, cuyas virtudes potenciadas por los medios de comunicación se quedan muchas veces en cuarto y mitad, como sucedió en este campeonato.
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Este viernes, en Gerona, terminará por fin el calvario vivido por una afición deprimida dándose la concomitancia de que veinticuatro horas después, en el recinto de Almanjáyar, se inaugurarán las Fiestas del Corpus con su estallido de luz y alegría, lo que tanto necesita el granadinismo.
Y mientras, en el club persiste la paradoja de que los responsables del fracaso ocurrido esta temporada sopesen si a José Ramón Sandoval, el único que lo hizo bien incluidas las últimas circunstancias, se le renueva o no su contrato. Extraña paradoja.
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