El mejor Granada en lo que va de temporada explotó como equipo sólido y creíble en un sabroso partido. El conjunto rojiblanco que buscaba Escribá ... con su espíritu de perseverante zahorí entró en erupción en Gijón, en un encuentro apasionante y de vital trascendencia para mirar al futuro de frente. El equipo granadino exprimió todas las virtudes que han de distinguir a un aspirante fiable al ascenso y además ofreció buen fútbol durante muchos minutos, lo que le reclama el sector más purista de la afición rojiblanca. El sacrificio, la presión colectiva y una altísima concentración fueron las bases de una victoria que se hizo esperar demasiado y que incluso estuvo en peligro porque el Sporting también la persiguió con agitada ambición y entusiasta verticalidad. Ahora toca mantener la imagen de gigante que ofreció en El Molinón. Solo en esa línea se ganará la credibilidad absoluta y el regreso a Primera división. El conjunto rojiblanco, precisamente motorizado por Sergio Ruiz y por un estupendo Brau, dio un enorme salto cualitativo como bloque. El Granada, no obstante, fue el equipo menos tramposo del mundo. Ganó con la autoridad que otorga el saber que la belleza de la victoria nace en la solidez.
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Hubo que esperar hasta la segunda mitad en la búsqueda de una mayor fluidez para hallar un fallo en la maquinaria del Sporting. Por detrás de ese triunfo hubo sangre y sudor, y un protagonista callado que brilló en la dimensión que solo agradecen los entrenadores. La entrega y el esfuerzo ofrecidos por Sergio Ruiz, ganador en el manejo del balón y guerrero infatigable, dejaron una profunda huella en esta victoria. El centrocampista ofreció un rendimiento magnífico en el partido más brillante de los rojiblancos en lo que va de campaña. Fue la rúbrica personal a una temporada en la que está disfrutando y sufriendo; y aprendiendo desde las sombras de un fútbol que no salta a la vista del aficionado. Su portentosa exhibición en todas las zonas del campo, el reparto del balón en el menor tiempo posible para otros compañeros más dotados técnicamente, su capacidad innata de recuperación y su enorme predisposición para el sacrificio le hicieron brillar en El Molinón. Sergio ha madurado desde la humildad, sin dejarse llevar en exceso por ella y añadiendo una fuerte dosis de ambición. Esta semana le han llovido las adulaciones, le han crecido los amigos en el jardín y se ha dejado querer por la prensa. Se lo merece este muchacho que día a día, partido a partido, ve aumentar su influencia por la fe que tiene en sí mismo. Unas veces aprueba y otras suspende, pero siempre con el corazón al servicio del Granada.
El equipo granadino observa ahora la competición desde el mirador de los privilegiados. Los méritos del conjunto de Escribá se resumen fuera de Los Cármenes, donde se muestra casi intocable. En casa, sin embargo, cualquiera le lleva al rincón y le somete a una serie de contundentes sopapos. Esta tarde el Granada vuelve a ejercer de local contra el Cádiz, un adversario que le va a medir su verdadera estatura. Dicen que es alto sin que nadie, por mucho cariño que le tenga, le haya tildado de guapo porque su fútbol, hasta ahora, apenas despegó un par de centímetros del suelo.
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