El Oviedo ascendió de vuelta a Primera división este pasado sábado tras más de dos décadas fuera. En el logro carbayón tuvo un papel protagónico ... Santi Cazorla, ese espléndido centrocampista al que vimos triunfar en el Málaga, el Villarreal y en la selección española, donde obtuvo dos campeonatos europeos seguidos. El asturiano fue siempre un futbolista de calidad contrastada. Ni las reiteradas lesiones en el tobillo derecho lo apartaron definitivamente de su carrera profesional, y al final volvió a su tierra natal, al equipo de su corazón, para ayudarlo a retornar a la élite.
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En el Granada hubo un jugador que ejerció el liderazgo en la subida desde los infiernos, de Tercera a Primera. Fundamental en los ascensos desde categorías inferiores, ejerció su compromiso dentro del vestuario como granadinista acérrimo en el definitivo regreso a Primera desde Segunda. Fue Manuel Lucena, que vio cumplido su sueño de jugar con el equipo de su vida en Primera, y fue piedra angular del espíritu del Granada en su retorno a la máxima competición.
En el ciclo de mayor éxito deportivo en la historia del Granada, dirigido por Diego Martínez desde el banquillo hasta llevar a los rojiblancos a jugar en Europa incluso, se produjo la confluencia de jugadores comprometidos, sin origen granadino, que conformaron un grupo fiel para liderar un grupo muy cohesionado. En el recuerdo queda aquella foto de Víctor Díaz, Ángel Montoro y Roberto Soldado escoltando al 'chamán' como factótums, dentro del campo y en el vestuario, del éxito conseguido. Junto a ellos se agruparon profesionales íntegros, caso de futbolistas como Germán, Quini o el veterano Jorge Molina, que en poco tiempo asumieron una querencia sincera hacia el club.
La disolución de aquella comunión, tras el nunca bien explicado abandono de Diego Martínez del banquillo del Granada, disolvió el grupo y sobrevino un periodo durante el que se han consumado dos descensos. Desaparecido Molina tras el último ascenso, en dicha temporada ya se careció de liderazgo auténtico, a pesar del gran protagonismo de Myrto Uzuni. José Callejón no pareció líder nunca y la parroquia rojiblanca jamás lo reconoció como tal, ni él hizo méritos para ello. Aquella vieja guardia de Diego Martínez fue desapareciendo progresivamente, sin el más mínimo reconocimiento de los dirigentes del club. La falta de identidad fue manifiesta en las dos últimas temporadas, durante las que el equipo no ha tenido guía alguno ni en el césped ni el vestuario.
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Ante la confección de una plantilla muy renovada para el próximo campeonato, sería bueno contar en el futuro con futbolistas plenamente identificados con el club, dispuestos a renuncias personales con tal de mantener el pulso del equipo. Si nadie queda con capacidades para ello, habrá que rezar para que entre los que lleguen surjan esos líderes que necesita la plantilla.
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