Al Granada le sustentan las matemáticas, las que hablan de que restan 20 partidos por disputarse, el encuentro de hoy ante el Cádiz y toda ... la segunda vuelta. Sin embargo, el tiempo se le agota, con 8 puntos en 18 partidos disputados, y su margen de maniobra es cada vez más escaso. Así, necesita ganar al menos 10 partidos de los 20 que le restan.
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El ejercicio, entonces, se antoja casi como una quimera para un equipo que no ha mostrado síntomas de mejoría con la llegada del nuevo técnico al banquillo y que ahora inicia la revolución invernal, con al menos tres fichajes más por llegar, y que ha mostrado unas limitaciones técnicas evidentes en lo que va de curso, por mucho que pueda no ser tan malo como los datos señalan. A eso hay que añadir el caos que vive con sus dirigentes para magnificar aún más el tamaño de la empresa a realizar. Las sensaciones son las que son desde hace tiempo y ofrecen pocas dudas de hacia dónde va este equipo.
Sin embargo, en la frialdad de los números hay una objetividad que los convierte en verdades casi supremas. Un conjunto que lleva 15 jornadas sin ganar solo puede caminar directo hacia el abismo. Y hacia allá va lanzado el Granada, que puede firmar una primera vuelta desastrosa. El problema es que el milagro a realizar en el segundo acto de la Liga puede ser un imposible.
El Granada tiene más razones que ningún club de Primera para habérsele olvidado el sabor de firmar tres puntos, para no reconocer el dulce aroma de la victoria, que es, teorías románticas al margen, el gran motor de este deporte llamado fútbol. Pues el motor no lo enciende el conjunto granadino desde el pasado 26 de agosto, cuando fue capaz de superar al Mallorca en Los Cármenes (3-2) en la tercera jornada de la Liga. Desde entonces han pasado 15 partidos y el Granada no ha vuelto a vencer, lo que le convierte en el equipo de Primera, junto con el Almería, que más tiempo lleva sin firmar un triunfo. Nada menos que 129 días.
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Esa es la realidad, la contrarreloj agónica que tiene ante sí el Granada, que ve agotarse su tiempo en la máxima categoría y que necesita el mayor de los milagros. Es posible, sí. Es muy difícil, también. En la espiral de caída sin fin en la que se ha metido el equipo, una victoria tiene un valor psicológico tremendo. Mientras, no sacar el único botín válido, el del triunfo, será aumentar una cifra de partidos sin ganar y meterá más losa mental a un equipo devorado.
En el partido de esta tarde no valen las medias tintas. Ni tan siquiera un triste empate. Solo sirve ganar frente al Cádiz para mantener con vida a un conjunto que lleva 15 jornadas sin saborear la victoria. De no sumar los tres puntos, el Granada emprendería un camino hacia Segunda imposible de abandonar, salvo producirse un milagro divino. La afición sabe que la vida o la muerte está en juego, y los jugadores también.
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