LA PLAZOLETA

Unos proyectos que sí han cambiado

El modelo de negocio es el mismo desde el principio y los resultados finales en Primera jamás han pasado del aprobado raso, pero el Granada sí ha experimentado modificaciones en busca de una mayor estabilidad

Rafael Lamelas

Viernes, 15 de abril 2016, 23:38

Un año más por estas fechas, el Granada está donde suele: penando para mantener la categoría en Primera. Su condición es frustrante o alegre según ... se enfoque. Para el que lo sufre en la grada, llega a ser tedioso, sobre todo por los chascos en el propio estadio. En la comparativa, depende del punto de referencia. Se puede envidiar el crecimiento del Celta, pero seguro que nadie se cambiaba por un hincha del Almería, que hace dos ratos se veía acomodado en la élite y ahora se angustia para no bajar a Segunda B.

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Las causas de que el Granada no pase en la máxima categoría del aprobado raso apuntan a varias direcciones. En cualquier momento los entrenadores han entrado en debate. Algunos futbolistas también se han llevado lo suyo. Otras miradas han escrutado a las alturas. Allí ha habido descarga para la directiva, personalizada en Quique Pina y Juan Carlos Cordero. Los dardos más empinados buscaron a la propiedad. A Gino Pozzo. Al del modelo.

Modelo en fútbol es una palabra compleja, que resume la política de actuación del club. Suele haber uno deportivo y otro económico, aunque no respiran por separado y en el caso rojiblanco, muchas veces son las dos caras de una misma moneda. El negocio aquí está ligado a la compra y venta de jugadores. Con ello sobrevive la estructura con solvencia y se lucra el dueño. Una promoción de talento individual que a veces castiga la mejora colectiva, por el egoísmo de la búsqueda del lucimiento personal sobre los valores de equipo. Esto parece que casi todo el mundo lo tiene claro. El 'escaparatismo' diezma al conjunto.

Cada verano los gestores tratan de enjugar errores y de convencer al principal accionista de que una tercera vía es posible, que mezcle un cuerpo de guardia estable, que haga grupo, con el impulso a chavales que exploten como nazaríes y renten sobre la apuesta inicial.

La afición se desespera porque cree que no se aprenden de las agrias lecciones y que la entidad sigue instalada en lo pedigüeño. En que sólo importa recuperar pasta y que haya tres escuadras peores en la clasificación. Pero esto en realidad no es así. Este curso, de hecho, el Granada intentó cambiar. Por lo que se ve, no lo suficiente.

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Hace unos años, el Granada tenía una plantilla fracturada, con casi una decena de francófonos y una sensación evidente de dispersión interna. La dirección deportiva empezó a abogar por adquirir a nacionales, que vinieran al club como una experiencia de medio o largo alcance, con la pretensión de que se identificaran y fueran los mejores embajadores para la otra facción, la experimental y bisoña. Aquella en la que hoy se puede encuadrar a Success y Peñaranda.

La cuestión es que estos españoles no han conseguido moldear los pilares necesarios, en algunos casos porque su rendimiento en el campo no ha estado a la altura de su expediente. El caso de Piti, por mencionar a alguien que ya no está, es uno de los más paradigmáticos.

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En paralelo a este proceso no culminado se ha sucedido la marcha de algunos de los llamados héroes del ascenso. Gente fiable, como Nyom y Roberto, que aun con altibajos estaba siempre lista para batallas comprometidas, como las que llegan en el tramo final del campeonato. La mala sucesión de determinados estandartes, como pasó con Murillo o Brahimi, ha deparado una merma en las prestaciones generales. Igual que hay puestos en los que aparecen integrantes llamativos, otras plazas se han tapado mal.

Doria y Krhin

Esta campaña, el central dominante de turno tenía que ser Doria. El brasileño tan sólo ha arrojado bastantes averías sobre el terreno y algún buen gesto en el Bernabéu y el Camp Nou, curiosamente. Fue el cuarto central para Sandoval y su condición no ha variado con González. No ha tenido tiempo de depurarse en competición. Ricardo Costa desde enero solucionó algunos entuertos atrás, pero no todos.

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Rene Krhin emergió como la contratación más destacada en los primeros meses de la temporada. Un buen centrocampista, que entre otras cosas haría olvidar a Iturra en el robo de balón y que encima tenía habilidades en la construcción, coincidía la crítica. Una lesión de tobillo, que se alargó más de la cuenta, no sólo le devolvió fuera de ritmo, sino que le terminó de alejar de las alineaciones. Apareció en el debut de González pero apenas ha dejado rastro después. Fue por el único por el que el Granada pagó traspaso en verano. La inversión no va a ser amortizada a corto plazo, ni tampoco parece que vaya a tener excesivo protagonismo en este ciclo. Aquí concurre la mala suerte por aquel problema físico.

En el mercado invernal, el Granada insistió en el camino trazado. Costa es portugués, pero conocía el campeonato de sobra. Jesús Fernández, Isaac Cuenca y David Barral son nativos. Sólo Doucouré se correspondía al grupo de novatos, pero atesorando condiciones interesantes.

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Sin embargo, el equipo no ha dejado de sufrir. Le cuesta ganar. Le cuesta marcar goles. Le cuesta crear fútbol. Pero es más seguro en defensa. Tiene dos puntos de ventaja sobre el descenso y el diferencial particular a favor en caso de empate con dos cuadros que tiene debajo. La nota final llegará a mitad de mayo. La del modelo, acto seguido. Los virajes ligeros no han solventado mucho. Quizás sea el momento de un giro radical.

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