Manu Lama celebra su gol, eufórico, con la afición en Los Cármenes. J. M. B.
Granada CF | La contra

Manu Lama tira del carro

Un gol a la media hora del sexto central de la plantilla en agosto encarrila un partido muy comprometido bajo un ambiente gélido que contagia a Reinier, un espectador más que apenas participa como acompañante de Lucas Boyé

Lunes, 10 de marzo 2025, 00:13

Nadie contaba con él en agosto, sexto central de la plantilla por entonces, pero Manu Lama se ha propuesto tirar del carro del Granada cueste ... lo que cueste. Un gol del madrileño a la media hora encarriló un partido muy comprometido y sostuvo la nave, se dirija hacia donde se dirija. Con galones ya como para ejercer de zaguero por la izquierda sin Loïc Williams, antes incluso que Miguel Rubio pese a su experiencia en Primera división, Lama dio la ventaja y se encargó personalmente de que su equipo no la perdiera ya aunque tuviera que salir sustituido al final por las molestias en el aductor que acusó durante la semana.

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Fran Escribá estaba obligado a hacer cambios, por la 'manita' en Córdoba más allá de lesionados, y a Diego Mariño le acompañaron otras tres novedades en la alineación. El capitán Carlos Neva resolvió el lateral izquierdo, Miguel Rubio recuperó el sitio que dejó vacante en la zaga Manu Lama y Reinier fue quien acompañó a Lucas Boyé en ataque. Ni cotizaba que Borja Bastón volvería al banquillo tras su esperpéntica puesta en escena en El Arcángel.

Diluviaba sobre Los Cármenes, con frío y la peor entrada en muchísimo tiempo, y los primeros minutos del Granada no fueron precisamente halagüeños. Carlos Neva recordó sus carencias a la hora de centrar y Miguel Rubio complicaba a Mariño con una comprometida cesión por el agua que caía sobre el césped, mientras que a Reinier le costaba un mundo entrar en juego. Encima, el Racing de Ferrol amenazaba al contragolpe y el propio capitán tuvo que acudir al rescate para cortar un avance.

Fueron dos defensas quienes pusieron el gol que faltaba arriba. Una cascada de saques de esquina terminó por liberar a Manu Lama para enfatizar su olfato de gol también con los pies y, poco después, Rubén Sánchez corrió como Montoya hacia Villa Playa sin mirar atrás hasta soltar un zurriagazo cruzado ya dentro del área. Con la lección del Zaragoza aún fresca, los rojiblancos intentaron sentenciar el duelo antes del descanso sin el premio de un tercer tanto que firmaría Tsitaishvili ya sobre la hora.

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La placidez de esos dos goles favorecía, aun sin concesiones, que el Granada se tomase la segunda parte como una oportunidad para reenganchar a sus futbolistas más desnortados. Todo parecía propicio para que Reinier destapase al fin todo el fútbol que se le presupone, y en el que tanto creía Matteo Tognozzi, pero el brasileño continuó deambulando sobre el terreno de juego. Más allá de alguna combinación interesante fuera del área echado a banda izquierda con Neva y Abde Rebbach, el carioca fue un completo desconocido para sus compañeros. Tampoco es que le importara mucho, por su gestualidad. Apatía absoluta sin su reciente lesión muscular como excusa.

Reinier seguía ahí, pululando junto a Lucas Boyé, esperando que el balón le cayera cerca pero sin matarse por atraerlo o recuperarlo como sí hace su compañero. Será cosa del frío, ya que era el único futbolista en el campo con guantes. De vez en cuando trató de acercarse a la base de la jugada como tercer volante, ese rol polivalente que tuvo en otoño, pero si pidió la bola nadie le escuchó. Hasta las medias se le caían, como si fueran calcetines. Parecía con más ganas de irse a casa que los aficionados incluso. Acabó al fin sustituido, bajo pitos de Los Cármenes y aplausos de Escribá, tras llevarse un golpe leve.

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Mariño quería volver con la portería a cero y tuvo que sacar dos buenas manos en dos ataques exprés del Racing de Ferrol. No tuvo mucho trabajo más, tan espectador como Reinier, gracias en buena medida al buen partido de Manu Lama. Hasta el pitado Ricard y Oscar tuvieron sus minutos.

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