La poca dignidad que le quedaba al Granada la tiró por el sumidero del estadio de la Cerámica, en un partido donde los rojiblancos ofrecieron ... una exhibición de impotencia y fragilidad. Además, decidieron encargar la lápida de la tumba que lleva cavando con insistencia y desinterés profesional desde que se inició la temporada. Aún no lleva su nombre el fúnebre mármol porque la presidenta china y sus dirigentes van camino de ver todo enterrado en el más profundo de los anonimatos. Esta doble alianza, unida a la falta de calidad y personalidad de la plantilla, insultó el pasado domingo a la afición rojiblanca. Lo que faltaba. El entrenador vio el partido que le vino en gana y dio a entender que con este equipo la permanencia es posible. La tomadura de pelo supera con creces la mayor de las irreverencias, es decir que el Granada sea ya el peor de la historia de los pies a la cabeza.
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Cerca de medio centenar de aficionados se congregaron en el estadio del Villarreal para animar al conjunto rojiblanco para afrontar, se suponía, una batalla casi definitiva. No hacía falta esa demostración de fidelidad, pero allí estuvieron para certificar que son ya el único patrimonio de este club ultrajado por la sinvergüenza especulación. En la Cerámica no hubo ni un solo intercambio de golpes porque el equipo es un mediocre boxeador sonado después de siete jornadas sin ganar y porque el Villarreal juega un poco al fútbol, suficiente para que mereciera la victoria. La humillación adquirió una tonalidad cegadora en las posteriores ruedas de prensa o ruedas de molino. Allí, el entrenador uruguayo intentó que la gente siga comulgando con unas opiniones insostenibles, agotadoras por repetición y argumentos de formato infantil pero fondo perverso. Para golpearse en el pecho y después decir que el equipo sigue fuerte pese a la derrota, mejor es callarse, o irse. Definitivamente, se ha perdido toda compostura, el más mínimo pudor.
El Granada paseó por Villarreal todas sus miserias en lo que va de curso. La goleada encajada fue un perfecto retrato de la anatomía del desastre en que se ha convertido este equipo, al que Medina no consigue levantar. Quizá hoy haya alguien todavía que tilde de antigranadinista a cualquier aficionado de bien que se atreva a expresar sus temores en voz alta, que manifieste la realidad de este incompetente equipo, tan burdo e incapaz, a cualquier aficionado que hable para decir la verdad. Lo normal, vamos. Ya se sabe, hoy en día no se puede mentar al Granada para mal, tampoco al técnico, según prismas. Este equipo se va a Segunda, de cabeza, además, porque el enterrador ya ha sido avisado de que la tragedia del descenso, en las actuales circunstancias, parece inevitable.
El Granada necesita limpiar su lamentable imagen en la Cerámica, sacar toda la dignidad si le queda. Ahora, ya no se habla de permanencia ni de salvación, solo de orgullo, de espíritu, de defender a un escudo. Esta tarde ante la Real Sociedad tienen la ocasión de lavar su honor. Si la conducta de Villarreal se repite, a Medina solo le quedará una salida. Ser consecuente e irse.
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