Juez pero no parte

Y es que pitar un penalti en ciertos campos, donde es costumbre el indulto permanente ante jugadas dudosas, es lo que trae. Que de la noche a la mañana se monta un cirio mediático, y lo que es aún peor, un litigio con el colectivo arbitral, que puede llevarse por delante las ilusiones que tienen los jugadores granadinistas de tumbar a otro de los grandes.

Porque después de lo de Barcelona, una victoria frente al Real Madrid acrecentaría la proeza realizada en la presente temporada por unos profesionales que siguen y siguen como el conejito de Duracell, manteniéndose en pie hasta el final de la batalla y ocupando, los de atrás, el lugar de los compañeros que van cayendo delante, como si de la infantería napoleónica se tratase.

Todos sentimos en pierna propia la rotura en el isquiotibial de Ángel Montoro, cuando el lunes se lanzó a perseguir a Emerson en un contraataque del Betis para cubrir a su compañero Quini. Una carrera, la del valenciano, que recordó la de Jorge Molina no hace mucho en el estadio granadino. O la tristeza en la sentada de Herrera sobre el césped del antiguo Heliópolis, tras exhibir su generosidad hasta la extenuación.

Por ello todos admiramos el ejemplarizante comportamiento de una plantilla cuya solidaridad es indestructible. Y por ello también tienen derecho a que el cisma producido por las desavenencias entre Real Madrid y el estamento arbitral no les afecte negativamente. Esta noche el Granada será juez, pero no es parte del problema.