El heredero de Jeno Kalmar visita su templo
ENTRENADORES ·
El técnico húngaro era el preparador más importante en la historia del club rojiblanco hasta que Diego Martínez y el Granada unieron sus destinosJueves, 18 de marzo 2021, 00:54
En un rincón del Zaidín, los dos mejores entrenadores en la historia de un club nonagenario mantienen el pulso más bonito que se pueda ... imaginar. Porque por desgracia siempre será así, imaginario. Custodiando las puertas de Los Cármenes, los rostros de Diego Martínez y Jeno Kalmar sonríen a los viandantes esperando que pronto se les permita pasar al estadio. Mientras, de reojo, se observan y miden su legado.
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Parte en ventaja el gallego, que aún tiene tiempo, si quiere, para agrandar su leyenda. Al húngaro le dio la vida para un ascenso a Primera y meter al Granada en su única final de la Copa. Un logro irrepetible. O eso parece casi 62 años después, a pesar de que precisamente el 'Chamán' lo rozase. Lo 'compensa' paseando granadinismo por donde nadie pudo antes, Europa. Una travesía que curiosamente le lleva a Budapest, donde hablar de fútbol es hablar de Puskas y el Honved.
Y también de Jeno Kalmar, que pasó relativamente desapercibido como delantero en los 20 y los 30. Tras diez años en Hungría, emigró a Francia. Excelsior de Roubaix, Racing de Roubaix y el famoso Stade Reims disfrutaron del olfato goleador de Kalmar, al que el fútbol le reservaba lo mejor una vez se desatara las botas.
Por aquel entonces, dominaba el mundo una generación de paisanos suyos terriblemente joven y tremendamente talentosa. El ejército, como en otros muchos países, ejerció una política de adoctrinamiento mediante un equipo de fútbol, el Honved, donde no se fichaba, se reclutaba a los mejores: Kocsis, Czibor, Rakoczi, Lorant, Grosics Budai, Bozsik, Puskas... Formado como entrenador, aquel ramillete de figuras míticas cayó en las manos de Kalmar. Lo ganaron todo en Hungría. Era la columna vertebral de una selección que se haría con el oro olímpico y un subcampeonato del mundo.
Lamentablemente, la política que había reunido todo ese batallón fue la que lo fragmentó entre 1956 y 1957, cuando la Revolución de Hungría llevó a la Unión Soviética a tomar el país. El Honved, en Bilbao por los octavos de Copa de Europa, se negó a volver a su país, ganándose por ello la 'excomunión' de la FIFA. Kalmar, como muchos otros, buscó asilo en otros países, poniendo sus conocimientos al servicio del Admira Wacker de Viena.
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Breve pasado sevillista
En 1958 se comprometía con el Sevilla FC, durando solo ocho jornadas. El Granada, entrenado por Alejandro Scopelli, se empezó a resentir en la tabla y la directiva presidida por Luis Rivas tembló. Veían la caída en picado de los granadinos como irreversible. Reaccionaron destituyendo a Scopelli y, la noche antes de un crucial Granada-Real Sociedad, la directiva llegó a un entendimiento con Jeno Kalmar, al que le precedía haber dirigido a uno de los mejores equipos de la historia.
El magiar cambió por completo la cara al equipo, apoyado por un final de temporada sensacional de Arsenio Iglesias, la aparición de Carranza y su apuesta en portería por Piris. No le dio tiempo a salir de los puestos de promoción, pero las sensaciones mejoraron y se evitó el descenso directo.
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Eran otros tiempos y la Copa se jugaba tras la Liga pero antes de la promoción. La primera ronda empezó con un 8-1 al Elche. Se relajaron los de Kalmar en la vuelta, cayendo 5-1. Aún así, el pase a octavos no peligró. Se citaron con el Cádiz, al que despacharon con un 6-0 en Granada y un 3-4 a favor en la Tacita de Plata. El Plus Ultra, filial madridista, tocó en cuartos, con los rojiblancos ganando 1-4 en la capital y 3-1 en casa.
El Valencia, verdugo de los rojiblancos en otras ediciones, parecía el final del camino si se atendía a lo visto en Liga. Sorprendió el Granada venciendo 1-0 en la ida. Replicó con el mismo resultado el Valencia la vuelta y hubo que disputar un desempate en Chamartín. Contra pronóstico, la máquina ya engrasada de Kalmar metía a los nazaríes en la única final copera de su historia con un 3-1 ante los che.
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Digno subcampeón de Copa
El Granada jugó el 21 de junio de 1959 el partido más importante de su historia: su única final de la Copa. Hubo un desplazamiento en masa hacia Madrid y los que se quedaron paralizaron la ciudad durante los 90 minutos del encuentro, seguido por radio. No hubo demasiado que hacer en el Bernabéu ante el Barça de Luis Suárez y un pupilo de Kalmar, Kocsis. El húngaro le hizo dos goles a un Granada que dio la cara pese al 4-1. El cronista de IDEAL de la época, Fernández de Burgos, lo bautizó como «la batalla de la técnica culé contra el brío granadino».
Llegó al Granada en 1959 para salvar al equipo del descenso y acabó jugando la única final de Copa de la historia rojiblanca
Tras aquello, el Granada afrontó con confianza la promoción. Endosó un 5-0 al Sabadell en casa y empató ante los arlequinados a uno en la Creu Alta. Con la categoría salvada, se decidió mantener al húngaro. Curiosamente, aunque era el mejor momento deportivo del club, había un ambiente de crispación en lo institucional, con algunos socios pidiendo la dimisión al presidente. Ocurre algo similar ahora, con el equipo en Europa pero cierta inestabilidad en el consejo.
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Jeno Kalmar era un entrenador reconocido en el mundo pero irónicamente no tenía licencia para entrenar en España, por lo que el carnet para dirigir lo puso Ignacio Alcorta 'Cholín'. Además, el húngaro no se esforzó demasiado por adaptarse al idioma. Su lengua era el fútbol y ahí los rojiblancos dejaban a los demás sin palabras. Protagonizaron la siguiente temporada el mejor inicio del club en Primera, con la primera victoria en casa del Atlético de Madrid. La primera vuelta reafirmó la sensación de la final copera: el Granada seguía la estela de los grandes.
La segunda vuelta despertó a los granadinos del sueño. No se ganó fuera ni un partido, cayendo en picado. Fue notar las ascuas del descenso y los rojiblancos lograron salvarse en la última jornada (1-0 ante el Valencia). A esto se sumó que en Copa no solo no se repitió hazaña, sino que se hizo el ridículo. El Recreativo de Huelva de Segunda no parecía rival para el subcampeón, pero solo se venció 1-0 la ida y se perdió 2-1 en Huelva. El equipo repitió derrota 2-1 en el desempate. Tal fue la imagen que dejaron los de Kalmar que el club multó a la plantilla por, literalmente, «no entregarse lo suficiente».
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Era el fin de Kalmar. De la gloria al reproche. No le renovó la directiva y se apostó por Argila. Tremendo error que demostró que el problema no era ni mucho menos el técnico magiar, que regresó meses después cuando se destituyó a Argila pero para un extraño puesto de asesor deportivo de Trinchent Morlán, con el que se consumó el descenso. Kalmar se fue a Portugal y luego a Valladolid, al que dirigió en Segunda enfrentándose al Granada. No logró ascender a los vallisoletanos y en 1965 se dio el reencuentro.
Su dulce final en el Granada
La directiva cambió y Bailón Verdejo convenció a Kalmar de que regresara a Los Cármenes para ascender. Dicho y hecho. Una primera vuelta extraordinaria encumbró de nuevo el trabajo del húngaro. Sin embargo, el equipo se desplomó en una segunda vuelta preocupante y el Hércules tomó el liderato. Se conjuraron los de Kalmar para no perder la segunda posición que daba opción a la promoción. En la última jornada, infartó media ciudad. El empate ante el Melilla negaba toda posibilidad de ascenso. El 1-0 de Almagro en el 85 hizo a Granada temblar.
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En los años sesenta regresó al club para lograr el ascenso a Primera división en una promoción ante el Málaga
La promoción deparó un Granada-Málaga en una época en la que el derbi sí era un partido bronco, con una rivalidad excesivamente tensa. Y se jugaban un puesto en Primera. Los rojiblancos se impusieron en casa 2-1, un resultado corto. 6.000 granadinos tomaron una semana después la Costa del Sol para arropar a los suyos en territorio comanche. Kalmar se coronó con el ascenso gracias al gol de Eloy con el que se empató a uno.
Ahora sí era el final que merecía Kalmar en Granada. Al húngaro le llegó una oferta descomunal en lo económico y lo deportivo del Espanyol. Aceptó y dejó su recuerdo en lo más alto. Con los periquitos fue tercero en Liga y uno de los entrenadores más destacados de aquel año. Acabó afincado en Málaga, apasionado por el fútbol y con un cariño inmenso al Granada. Ese equipo que hoy pisará Budapest, donde hablar de fútbol es hacerlo del Honved, su generación dorada y Jeno Kalmar. Y hasta allí ha llegado Diego Martínez, que ha forjado su propia leyenda. Una en la que no se alcanzó una final de Copa pero sí, ojalá, unos cuartos de final de Europa League.
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